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Japón día 9

Japón día 9

Tokyo: Gotokuji y Shinjuku

17 DE MARZO DE 2018

Nos levantamos a las siete y media y en este hotel sí teníamos incluido el desayuno. Comimos tranquilamente viendo Tokyo desde la planta 27 del edificio y salimos hacia Gotokuji. Cogimos la Yamanote Line del JR para ir a Shinyuku, y desde allí subimos a otro tren de la línea Odakyu que nos llevó hasta nuestro destino.

Gotokuji es un barrio muy tranquilo, residencial, y poco frecuentado por turistas. Alrededor de la estación hay bastantes comercios y las calles están decoradas con banderines de maneki-neko. El templo está a unos 15 minutos caminando, en un recinto muy grande comparado con otros templos de Tokyo. Tiene una parte de cementerio con un apartado destinado a los gatos. Los dueños traen ofrendas a maneki-neko (un gran gato blanco con el brazo levantado) para que proteja a sus mascotas.

Es muy chulo ver las miles de figuras de gato de distintos tamaños apiladas, algunas de ellas con amuletos colgados del brazo o cuello. A pocos metros está la zona donde comprar las ofrendas, por si queréis dejar uno de estos gatos o llevároslo a casa, como hicimos nosotros. Una visita imprescindible en Tokyo.

Templo dedicado a Maneki-neko en Gotokuji

De vuelta al tren hicimos varios vídeos en los pasos del tren a nivel y nos compramos unos boniatos violetas asados que nos supieron a gloria, ese día hacía un poco de frío.

Volvimos a la estación de Shinjuku, una de las más concurrida del mundo con más de 3 millones de pasajeros al día, registrada en el libro Guinness de los récords. Lo más impresionante es que con esa afluencia de personas nadie se choca contigo. Quisimos hacer la prueba, así que Antonio se quedó quieto durante un buen rato junto a la entrada mientras grabábamos un timelapse. Os dejamos el vídeo más abajo para que veáis que nadie le toca ni le aparta.

Aprovechamos que estábamos en la estación para comprar los billetes del Narita Express del día siguiente. Aunque están incluidos en el JR, teníamos que sacar la reserva de asientos. Tenéis toda la información sobre traslados al aeropuerto en la entrada cómo ir del aeropuerto a Tokyo.

Salimos a pasear por el barrio, recorriendo Kabukicho, el barrio rojo de Tokyo, con sus altos edificios y cientos de neones, y vimos el Godzilla gigante que asoma la cabeza por la azotea del hotel Gracery. El ambiente del barrio era muy intenso a pesar de ser un domingo por la mañana.

Entramos a varias tiendas y acabamos en Golden Gai, una zona de edificios bajos con 6 estrechos callejones llenos de tabernas y pequeños restaurantes, algunos de los cuales sólo admiten japoneses. Un vestigio del Japón de postguerra. La mayoría de negocios de estas calles sólo abren por la noche, así que el ambiente era muy tranquilo.

Le echamos el ojo a un restaurante de ramen situado en un primer piso con una estrechísima y empinada escalera. Si luego había suerte intentaríamos comer allí.

Distrito Golden Gai lleno de restaurantes

Decidimos cruzar enfrente para ver el templo Hanazono y el mercadillo que ponen los domingos en el recinto. Había 20 ó 30 puestos con antigüedades y artículos de segunda mano, algunos muy curiosos. Se pueden encontrar desde puestos con antigüedades carísimas como un estuche de rapé de más de 2000€ hasta otros con baratijas de segunda mano todas a 100 yenes.

Compramos varias cosas para regalo en los puestos baratos: un ábaco antiguo de madera chulísimo, una botella de sake antigua, algunos cuadernillos de colegio y varias pipas de opio, todo por unos 20 euros. Nos gustó mucho el ambiente del mercadillo, casi tuvimos que irnos a la fuerza, sobre todo Rafa que se pierde en este tipo de mercados.

Rastro de los domingos en Hanazono

Volvimos a Golden Gai y en el restaurante de ramen al que le habíamos echado el ojo no había cola y tenían dos sitios libres. El local tiene una barra con no más de 10 puestos, por lo que conseguir sitio fue toda una suerte. Comimos dos sopas ramen con cerdo y huevo que nos encantaron.

Desde la barra se puede ver cómo preparan los platos y cocinan la sopa, además el cocinero contestó con una sonrisa todas las preguntas de Rafa sobre cómo la hacían. Un sitio muy recomendable. Al salir la cola daba la vuelta a la esquina.

Nagi

Diminuto local de ramen en Golden Gai

Decidimos pasear por el barrio para bajar un poco la comida. Entramos al centro comercial Don Quijote (conocidos como Donki), que habíamos leído que es muy típico. Nos llamó la atención lo estrechos que son los pasillos de este tipo de tiendas, es como un bazar de todo a 100 pero de varios pisos y con todo tipo de cosas.

Nos metimos en un local de pachinko para grabar unos minutos para nuestro vídeo del viaje, la música era ensordecedora y estaba lleno de humo de tabaco. Preguntamos en un cat café los precios y condiciones, más que nada por hacer alguna de las frikadas japonesas que habíamos leído y nos parecía curioso de ver. Al final no entramos porque el precio era muy elevado y ni siquiera te dejan que cojas los gatos, sólo puedes acariciarlos si ellos deciden acercarse a ti o subirse a tu regazo (en la entrada consejos y curiosidades de Japón os contamos más sobre las tradiciones del país).

Llevábamos un rato paseando y Rafa necesitaba un café para reponer fuerzas, así que entramos a un Starbuck’s y aprovechamos para descansar y revisar nuestras fotos. De allí fuimos a Shibuya (por tercera vez, cuando algo se nos mete en la cabeza…) para ver el cruce de día.

Nos faltaba ver una panorámica de la ciudad y nos habían recomendado el mirador del Edificio del Gobierno Metropolitano que es gratuito y con buenas vistas y allí que nos fuimos, aprovechando que se acercaba el atardecer. Nos costó un rato llegar porque había una manifestación en una plaza, fue la primera vez que vimos a los japoneses gritando.

Al llegar, hicimos unos 10 minutos de cola y accedimos al ascensor de la planta baja del edificio 1 que lleva arriba. El mirador es interior, la zona central tiene puestos de souvenirs y está acristalado, la lástima es que los cristales no están demasiado limpios y como el edificio hace planos, no hay una vista completa de toda la ciudad, aunque en días claros se puede ver el monte Fuji. A nosotros no nos gustó demasiado, seguramente si volvemos a Tokyo buscaremos otro mirador.

Vistas desde el Edificio del Gobierno Metropolitano

Volvimos al hotel parando en Harajuku para hacer fotos de Takeshita dori iluminada y en la Tokyo Character Street de la estación central para comprar unos cuantos recuerdos frikis. Dejamos las mochilas y las compras del día, descansamos un rato y volvimos a la carga.

Regresamos a Shinjuku porque queríamos cenar en Omoide yokocho, dos manzanas de estrechos callejones al lado de las vías del JR. Está lleno de minúsculas tabernas con una pequeña barra donde no caben más de 6-8 comensales a la vez. La mayoría están especializadas en yakitori, brochetas de carne a la brasa.

Olga y Javi nos habían recomendado una, pero no teníamos más que una foto de la barra para reconocerla. Por suerte, la encontramos en la primera calle que entramos. Como estaba llena, decidimos esperar a que se liberasen dos sitios. No es una zona donde suelan haber colas en los locales, ya que hay muchos, pero como a los japoneses les encantan las colas, al vernos parados, varios nos preguntaron si era un sitio famoso.

Nos sentamos al final de la barra junto a un chico canadiense que entró después y que no tenía ni la más remota idea de japonés, ni de lo que se comía allí, así que pedía todo lo que nosotros pedimos. Nos pusimos a hablar con él, bastante raro en nosotros por que somos muy «antisociales», jeje.

Nos sacaron brochetas de lengua, intestinos de ternera, alas de pollo y varias cosas más que no quisimos preguntar, la verdad es que todas estaban deliciosas. Os dejamos todas nuestras recomendaciones en la entrada qué comer en Japón.

Sasamoto Izakaya. 1-2-7 Nishishinjuku, Shinjuku (TripadvisorGoogle)

Izakaya especilizada en yakitori en Omoide Yokocho

Tras despedirnos de nuestro compañero de mesa, volvimos al barrio rojo para verlo de noche con todos los neones iluminados. El ambiente seguía muy animado y nos preguntaron en un par de sitios si queríamos entrar, pero ya nos habían advertido que a los turistas no suelen insistirles, y así fue.

Había sido otro jornada maratoniana y caímos rendidos en la cama, tras hacer las maletas con unos cuantos kilos de más y con mucha pena por tener que marcharnos al día siguiente.

Puerta de entrada a Kabukicho en Tokyo