Japón día 3
Tokyo: Tsukiji, Zojo-ji, Palacio Imperial, Akasaka, Odaiba, Roppongi y Ginza
11 DE MARZO DE 2018
Queríamos aprovechar al máximo y hoy el día iba a ser intenso. Comenzaríamos la mañana visitando el mercado de Tsukiji, la mayor lonja de pescado del mundo. Decidimos no ir a la famosa subasta del atún, por una parte porque había que ir de madrugada a hacer cola para poder acceder en uno de los dos grupos reducidos, y por otra, porque no nos llamaba mucho la atención.
De nuevo el jetlag nos hizo despertarnos muy pronto, pero fue una suerte porque al abrir las cortinas no podíamos creer lo que teníamos delante: el mismísimo Monte Fuji asomando tras la Torre de Tokyo e iluminado por los primeros rayos del amanecer. ¡¡¡Una pasada!!! No podíamos parar de hacerle fotos y más fotos. Además, el día estaba completamente despejado.

Salimos del hotel muy satisfechos de haber podido ver el Fuji desde la ciudad (algo que no es fácil) y caminamos hacia el mercado, que estaba a unos 15 minutos a pie. Entramos al recinto interior y recorrimos los locales donde vendían utensilios de cocina, té, algas, condimentos, encurtidos y pescado (mucho pescado), esquivando furgonetas y motos que iban y venían. ¡Menudo trasiego!
Queríamos desayunar sushi fresco y encontramos un restaurante que teníamos apuntado en nuestra guía, Ichiba Sushi. Casualmente era el que estaba más tranquilo (los demás tenían cola). Fue todo un acierto. Es un local minúsculo donde apenas caben ocho personas sentadas en la barra, tras la que un cocinero elabora un sushi delicioso. Éramos los únicos occidentales y el desayuno con sopa miso y 14 piezas de sushi costó 2700¥ cada uno (unos 20€). Mereció mucho la pena, tanto que llegamos a pensar en desayunar todos los días allí.

Después del completo desayuno, recorrimos los locales del recinto exterior del mercado. Un hervidero de gente y puestos de comida que daban ganas de probar, y no pudimos remediarlo, aún con el estómago lleno, tomamos tortillas japonesas, frutos secos, helados de té matcha… irresistibles. Rafa se lo hubiera comprado todo, pero pudimos contenernos.
Desde aquí volvimos al hotel para enviar una de las maletas al alojamiento de Kyoto a través de la empresa takkyubin (os lo recomendamos). Tenéis todos los detalles en la entrada sobre el transporte de equipaje en Japón.
Nos dirigimos hacia Zojo-ji, un imponente templo budista situado a los pies de la Torre de Tokyo, que nos había llamado la atención por la gran cantidad de jizo que tiene. Los jizo son pequeñas estatuas que protegen a los niños que han sobrevivido a una enfermedad grave o que han fallecido, y sus padres, como ofrenda, los cubren con gorros de lana y baberos rojos para que no pasen frío. Impresiona ver las hileras con miles de estas estatuas, algunas de ellas con molinillos que son movidos por el viento. Una imagen bella pero un tanto sobrecogedora.
A pesar de ser un templo grande y en un marco muy chulo, no es nada turístico y pudimos recorrerlo tranquilamente. Su puerta de entrada también es impresionante. Para nosotros es uno de los imprescindibles que ver y hacer en Tokyo.

Y de nuevo nos salió la vena friki de las fotos. Aprovechando que el cielo estaba completamente azul, subimos al metro y volvimos al templo Senso-ji para fotografiarlo con los colores más intensos (y no pudimos resistirnos a comprar otros Ningyo yakis, jeje). Había más gente que el día anterior, pero la zona tiene mucho encanto.
La siguiente parada fue el Palacio Imperial, no se puede acceder al recinto (tampoco era nuestra intención) y nos dedicamos a pasear por la gran explanada, desde donde se tiene una preciosa vista del Niju-bashi o puente doble de piedra con el palacio emergiendo detrás.
Desde aquí pusimos rumbo al barrio de Akasaka, atravesando una zona llena de edificios gubernamentales, entre ellos el Edificio de la Dieta, con mucha policía (debía haber alguien importante ese día). Nos metimos en medio de una manifestación y un policía nos preguntó hacia donde íbamos para dirigirnos. En 5 minutos estábamos en nuestro destino, el santuario Hie-jinja, donde hay un caminito de cientos de torii rojos poco conocido. El recinto es un remanso de paz en medio de una zona llena de rascacielos. Muy recomendable para relajarse, aunque para subir hay una buena escalinata.
Era la hora de comer y encontramos un sitio donde sólo había tokyotas, especializado en sopas de fideos udon, con grandes boles y muy barato. Dos boles de udon calientes por 1840¥ (unos 15€). Riquísimos.

Regresamos al hotel y decidimos subir en el Yurikamome, el monorraíl sin conductor que lleva a la bahía de Odaiba, incluido en el JR Pass. El trayecto es muy entretenido y atraviesa el Rainbow Bridge. Lo mejor es colocarse en el asiento delantero para disfrutar de las vistas. Tenéis más información en la entrada cómo moverse en Tokyo.
Odaiba es un conjunto de islas artificiales ganadas a la bahía, llenas de centros comerciales y edificios futuristas. Fuimos a ver el Gundam gigante de DiverCity, paseamos por la zona y nos tomamos un chocolate caliente (aquí el viento era más frío). Hicimos fotos de la réplica de la estatua de la libertad con el puente de fondo y disfrutamos del atardecer en la bahía, viendo como se iba iluminando la ciudad a medida que caía el sol. Uno de los lugares más bonitos para ver el atardecer en Tokyo.

Cenamos en la zona de Roppongi Hills, un barrio de rascacielos con mucha vida nocturna y donde residen la mayoría de occidentales. Nos habían hecho una reserva desde el hotel en el restaurante Gonpachi, nos hacía ilusión porque es en el que se inspiró Quentin Tarantino para la escena “La Novia vs 88 maníacos” de Kill Bill vol. 1. Se nota que está muy enfocado al turismo, los precios son más elevados pero la comida estaba buena. La música que sonaba era toda occidental y echamos de menos que no pusieran alguna canción de la banda sonora de la película.
Para finalizar el día, recorrimos el barrio de Ginza, lleno de edificios de diseño, más modernos y occidentales, con un montón de tiendas de lujo (lo llaman la 5ª Avenida de Tokyo).
Después de otro día intenso y bien aprovechado, nos fuimos a dormir.
