Islandia día 7
De Myvatn a Egilsstađir
HVERIR – DETTIFOSS – SELFOSS- EGILSSTAÐIR – SEYÐISFJÖRÐUR – FRAILECILLOS EN BORGARFJÖRÐUR EYSTRI – HOTEL 1001 NOTT
30 DE MAYO DE 2019
Nos levantamos pendientes del estado de las carreteras, porque había seguido nevando toda la noche y temíamos no poder continuar nuestra ruta hacia los fiordos del este (os contamos con detalle cómo consultar el estado de las carreteras y la previsión del tiempo en la entrada cómo moverse en coche por Islandia). Había algún tramo de la R1 con placas de hielo, pero en general era fácilmente transitable. Así que, desayunamos, cargamos el coche y pusimos rumbo al este.
Llegamos al área geotérmica de Hverir y no pudimos resistirnos a parar y volver a recorrer ese paisaje extraterrestre, además, no nevaba ni hacía viento y estábamos prácticamente solos.

Continuamos por la R1 durante 20 km hasta llegar al cruce de la carretera 862, que da acceso a la cascada Dettifoss. No había nada de tráfico y a medida que nos acercábamos al destino, el paisaje se cubría de blanco. La estampa era muy chula.
Hay dos carreteras que llegan a Dettifoss: la 862, asfaltada y de fácil acceso al lado oeste, donde hay varios miradores frente a la cascada; y la 864, sin asfaltar, más larga y complicada que permite ver la cascada desde el lado este, el preferido por los fotógrafos.
A lo lejos empezamos a divisar una espesa columna de niebla que sobresalía varias decenas de metros donde estaba la cascada. La fuerza del agua debía ser bestial.
En el aparcamiento no había más de dos o tres coches, íbamos a poder disfrutar con tranquilidad. Tras un breve paseo por un sendero entre la nieve, accedimos a la cascada más caudalosa e impresionante de Islandia, Dettifoss (otro de los imprescindibles que ver en Islandia)
El sonido era ensordecedor, y el agua caía con tanta fuerza que levantaba una cortina de vapor que te empapaba, menos mal que llevábamos ropa impermeable. Hicimos mil fotos desde todos los puntos y continuamos el sendero de menos de 1 km hacia otra cascada cercana, Selfoss.

Selfoss es menos espectacular, pero no menos bonita. Está enclavada en un cañón con forma de media luna, rodeada de columnas de basalto. El sendero para llegar a ella va bordeando el río y las vistas son preciosas. Tuvimos la suerte de que saliera un ojo de sol iluminando la cascada. No llegamos hasta el final, nos quedamos en un punto que está señalizado como el que tiene la mejor vista panorámica.
Volvimos al coche y el aparcamiento estaba empezando a llenarse de coches y algún que otro autobús. Habíamos ido en el momento adecuado. Tomamos un tentempié en el coche y regresamos a la R1 mientras consultábamos la previsión meteorológica y el estado de las carreteras. Por ahora, ningún problema.

Continuamos hacia los fiordos del este durante 160 km. El paisaje pasó de blanco a verdes y marrones conforme nos alejábamos del norte. Pasamos un par de cañones muy chulos, donde paramos a hacer fotos, y llegamos a Egilsstađir en unas dos horas. Al entrar vimos un Bónus y aprovechamos para reponer la despensa, quedaban todavía muchas jornadas de bocata por el camino.
Para llegar al Hotel 1001 Nott hay que salir del pueblo por la antigua R1, ahora la 95, y desviarse a la derecha a unos 4 km. Es una edificación de una sola altura con habitaciones al borde del lago Lagarfljót y unas vistas impresionantes (uno de los mejores alojamientos donde dormir en Islandia). Nos dieron la habitación y nos ofrecieron cenar allí, pero como queríamos ir a ver frailecillos por la tarde preguntamos la última hora para cenar y nos dijeron que sobre las 9 cerraba la cocina. Teníamos claro que no íbamos a llegar a tiempo.
Comimos en la habitación, otra vez, pero las vistas del lago y las montañas que lo rodean compensaban el bocata y la pasta de sobre. Descansamos un rato y nos fuimos en dirección al primer fiordo que queríamos visitar, Seyđisfjörđur.

Desde Egilsstađir hasta Seyđisfjörđur hay 25 km, la carretera es bastante buena y no se tarda más de media hora. Nosotros, sin embargo, tardamos casi el triple porque no hacíamos más que parar en todos sitios. Al llegar a la zona más alta del camino estaba todo con una gran capa de nieve recién caída y con solazo, no pudimos evitar bajar la velocidad para disfrutar de las vistas y hacer varias fotos.
Ya en la bajada hacia el fiordo teníamos señalada una zona de descanso con una escultura hecha con columnas de basalto, desde donde se tienen las mejores vistas de todo el valle, el pueblo y la lengua de mar. Para acceder hay que aparcar unos 500 metros antes (hay una indicación de aparcamiento) y caminar hasta el monumento. Nos sorprendió que estaba situada sobre un pequeño cañón, lleno de pozas de agua y con varias cascadas, un entorno chulísimo.

La carretera baja serpenteando por el cañón rodeada de cascadas y riachuelos que terminan en el pueblo. Es uno de los pueblos con más encanto de la zona, tiene un par de cafés muy animados, tiendas de artesanía, casas de colores alrededor del puerto y una calzada pintada con los colores del arcoíris que llega hasta una iglesia azul pastel.
Seyđisfjörđur es el puerto de llegada de los ferris y barcos de carga que llegan a la isla por el este, por lo que suele estar bastante animado con todas las terrazas a reventar. Tuvimos la suerte de llegar con el cielo bastante despejado y con muy buena luz. Estuvimos paseando, haciendo fotos y recorriendo las tiendas de artesanía.

Hicimos el camino inverso parando a la entrada del pueblo a ver un rebaño de ovejas lanudas y en la cascada Gufufoss. Al bajar no la habíamos visto porque queda en un recodo en contradirección, pero es bastante grande y con poco turismo.
Al llegar de nuevo a la carretera 94, nos desviamos a la derecha hacia Borgarfjörður Eystri, el último fiordo del día, donde, si teníamos suerte, íbamos a volver a ver frailecillos como en Látrabjarg.
Son 70 km de una carretera que se complica tras recorrer los primeros 10 km y continua siendo de grava, con pocos tramos de asfalto. Al final se llena de grandes baches hasta llegar al pueblo. Pasamos por varios tramos en obras bordeando los acantilados (suponemos que con la afluencia que suele tener en verano para ver las aves, en breve estará casi toda asfaltada). La conducción es muy lenta y complicada, calculad una hora y media como mínimo.

Borgarfjörður Eystri es un pueblo muy pequeño que tiene un puerto natural con algunos barcos de pesca. En el peñasco que protege el puerto es donde anidan los frailecillos en esta época. Hay un aparcamiento justo al llegar a la zona y varias indicaciones y una caseta preparada para sentarse a observarlos (en este enlace podéis leer dónde ver frailecillos en Islandia).
Al principio parecía que no íbamos a ver nada, estaban todos pescando en alta mar, pero poco a poco empezaron a aparecer frailecillos por aquí y por allá. Con más de 10.000 parejas que se calcula, anidan allí, hubiera sido difícil no ver alguno.

Estuvieron posando para nosotros de mil maneras. Detectamos después de un buen rato observándolos que el ritual que hacían era salir de su nido para llamar a su pareja, hacer sus necesidades y acicalarse las plumas.
La ubicación de la caseta es perfecta y la poca gente que entró no estuvo mucho tiempo, por lo que la tuvimos prácticamente para nosotros. Dejamos una ayuda para la conservación en el buzón que hay a la entrada, agradecidos de poder habernos resguardado del viento helado que hacia allí.

Estuvimos dos horas en el peñasco, disfrutando de los frailecillos y haciendo fotos tanto dentro como fuera de la caseta. Hay un pequeño sendero que lo recorre desde donde se pueden ver además gaviotas y otras aves marinas.
El camino de vuelta se nos hizo más pesado por el cansancio acumulado. Decidimos parar en una famosa caseta verde donde hay una máquina de vending alimentada por una placa solar, Coke Sjalfsali. Está en medio de la nada, en una larga recta entre las montañas y el mar. Ya que estábamos allí, compramos algo para picotear, hicimos alguna foto, obvio, y seguimos hacia Egilsstađir.
Eran casi las 22 cuando llegamos a Egilsstađir y nos apetecía cenar algo caliente, pero temíamos que todo estuviera cerrado. Tuvimos suerte y a la entrada encontramos una pizzería donde nos pudimos sentar y tomarnos unos refrescos con dos pizzas hechas al horno de piedra que nos supieron a gloria. Todo nos costó 5050 ISK/36,50€.
Después de un día intensísimo, llegamos al hotel y caímos rendidos.
