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Islandia día 2

De Borgarnes a Grundarfjörđur. Península de Snaefellsnes

Gerđuberg – Playa Ytri Tunga – Búđakirkja – Arnarstapi – Acantilados de Lóndrangar – Cráter Saxhóll – Playa Skarðsvík – Faro de Svörtuloft – Ingjaldshólskirkja – Svöđufoss – Kirkjufellsfoss – Hotel Kirkjufell
25 de mayo de 2019

Nos despertamos a las 8 de la mañana, bastante desubicados entre el jetlag y las poquísimas horas de sueño. El hostel no tiene servicio de desayuno de octubre a mayo pero hay cocinas y comedor a disposición de los huéspedes.

Al haberse retrasado todo tanto el día anterior no pudimos comprar como teníamos previsto, así que preguntamos en recepción un sitio cercano para desayunar, recogimos y nos pusimos en marcha.

A las 9 nos tomábamos un café con leche, chocolate caliente, bocadillo de jamón y queso y donut de chocolate en Geirabakarí Kaffihús, a la salida de Borgarnes. Además compramos un pan de cereales grande cortado a rebanadas para los bocadillos y dos botellas de agua para poder ir rellenándolas. El primer sablazo del viaje, nos costó todo 3.335 ISK/24€. Por lo menos la comida estaba deliciosa y las vistas al fiordo eran una chulada, además, el día estaba despejadísimo.

Geirabakaríi Kaffihús. Þjóðvegur, Borgarnes (TripAdvisorGoogle)

Desayuno con vistas al fiordo en Borgarnes

Llenamos el depósito del coche en una gasolinera OB. Al alquilar el coche nos dieron una llave magnética para esas gasolineras que al acercar al surtidor nos hacía un 3% de descuento, algo es algo, sobre todo con los precios de la gasolina en Islandia.

Primero se introduce la tarjeta directamente en el surtidor, se marca el importe en coronas, se extrae la tarjeta, se rellena el depósito con gasolina/diésel y se cuelga la manguera. Si el importe marcado es superior a la cantidad final que hemos puesto, tranquilos, sólo se cargará en la tarjeta el importe que hemos gastado. Si usáis tarjetas tipo Bnex o Revolut aseguraos que los límites están desbloqueados y hay saldo suficiente para un depósito (unos 120€) aunque queráis ponerle menos. Tenéis toda la información en la entrada cómo moverse en coche por Islandia.

Y en ese momento empezó de verdad el recorrido por la isla. Fuimos en dirección norte por la R1 o Ring Road y nos desviamos hacia Stykkishólmur por la 54, entrando en la península de Snæfellsnes (la llaman la Islandia en miniatura y es uno de los imprescindibles que ver en Islandia).

La primera parada fue en Gerðuberg una pared de columnas de basalto, rodeada de pastos llenos de ovejas y caballos. Acabábamos de empezar y aquello nos parecía maravilloso, pensándolo después no era más que el aperitivo de lo que vendría.

Caballos islandeses pastando en Snæfellsnes

Nos detuvimos en Ytri Tunga, una playa de arena oscura y rocas llena de focas que descansaban al sol. Había varias jugando en el agua. Estábamos alucinados de verlas tan cerca y que hubiese tantas, porque habíamos leído que no siempre es fácil encontrarlas.

El karma nos estaba compensando los retrasos del día anterior con un día soleado, poca gente y muchos animales.

Focas en Ytri Tunga

De allí fuimos a Buðir para ver su pintoresca iglesia negra y hacer algunas fotos que Rafa tenía en la cabeza. Quería conseguir la imagen de la iglesia con Antonio mirándola desde el muro, vestido de negro.

Tuvimos suerte y la gente que había por allí se marchó enseguida y estuvimos haciendo fotos y vídeos por la zona. Hacía un solazo de escándalo y nos sobraban los abrigos.

Búðakirkja

Siguiente parada, Arnarstapi, un pueblo costero con un pequeño puerto rodeado de acantilados llenos de aves y vegetación, con un sendero que los recorre y pasa junto a varios puentes naturales de roca.

Dimos un paseo e hicimos las fotos de rigor en el puente de roca de los acantilados antes de sentarnos a comer en una mesa de picnic que encontramos junto al puerto con vistas al glaciar Snæfellsjökull.

Habíamos traído embutido envasado y con el pan de la mañana hicimos unos bocatas, y junto con un trozo de chocolate, comimos de lo lindo y ya estábamos dispuestos a seguir la marcha.

Puente de piedra en Arnarstapi

Nos acercamos a ver Gatklettur, un arco formado en la roca, antes de retomar la carretera 574 que lleva al Parque Nacional de Snæfellsnes. La ruta rodea el enorme glaciar, que es visible casi desde cualquier punto de la península, y vuelve a conectar con la 54 en el siguiente fiordo.

Nos  detuvimos en Lóndrangar, un mirador donde se pueden contemplar los afilados salientes rocosos y los enormes acantilados del extremo suroeste de la península. Desde el aparcamiento se tienen unas vistas impresionantes del glaciar Snaefellsjökull.

Un poco más adelante hay una playa donde también se pueden ver este tipo de formaciones, Djúpalónssandur, pero como íbamos un poco justos de tiempo, decidimos ir directos al cráter Saxhóll. Tiene un acceso fácil a través de escaleras y desde arriba se pueden observar tanto el propio cráter como los extensos campos de lava de alrededor y una de las lenguas del glaciar.

Cráter Saxhóll

Seguimos hacia el norte, recorriendo campos de lava, hasta un desvío que da acceso a los dos faros del noroeste y a la playa Skarðsvík, de arena dorada y rodeada de columnas de basalto donde se descubrió una tumba vikinga. Aquí estuvimos un rato paseando por la arena y jugando con las olas, hasta que Antonio metió un pie en el agua helada (menos mal que la temperatura era primaveral).

El acceso desde la playa al faro Svörtuloft, el más grande y bonito de los dos, es de los caminos más complicados que recorrimos en la isla. Hay que ir muy despacio ya que está lleno de baches, huecos y desniveles importantes (nos cruzamos con un turismo que lo estaba pasando realmente mal).

Conseguimos llegar sin ningún percance y tuvimos la suerte de estar completamente solos. Pudimos hacer unas fotos espectaculares del faro y estuvimos fijándonos a ver si veíamos algún frailecillo ya que, aunque no es su zona, algunos años hay parejas despistadas que anidan allí (en este enlace podéis leer dónde ver frailecillos en Islandia).

Faro Svörtuloft

Retomamos la carretera para llegar a las últimas paradas antes de volver a la carretera 54 donde nos esperaba más adelante el hotel de esa noche.

Paramos en Hellisandur a poner gasolina y merendar algo. Probamos los skyr, un queso fresco desnatado muy sabroso y saciante, esta vez los tomamos de fresa. Pedimos un café y descansamos en la estación de servicio unos minutos.

Muy cerca estaba la iglesia Ingjaldsholskirkja, de paredes blancas y techo rojo intenso, es muy fotogénica. Su ubicación al final del camino sobre una colina con el glaciar de fondo, rematan la instantánea.

Carretera 579 que discurre entre campos de lava

Hicimos fotos desde todos los ángulos posibles y nos reímos un rato grabándonos haciendo el idiota por la carretera solitaria. Allí nos dimos cuenta que las ovejas islandesas siempre van de tres en tres, una oveja adulta y sus dos corderos.

El siguiente alto en el camino fue en Svodufoss, una cascada enorme en medio de los llanos. En primavera el deshielo crea un río que impide el acceso a los pies del salto de agua, pero han construido una zona de aparcamiento con un mirador y bancos a pocos metros del río. Desde allí se tienen buenas vistas de la cascada, con el glaciar de fondo, y los alrededores.

Vistas de Ingjaldshóllkirkja desde el camino de acceso

Nuestra última parada del día fue Kirkjufellsfoss, a 27 km, ya en la carretera 54. Esta cascada con el monte Kirkjufell detrás tenía la culpa de la elección del hotel. Queríamos verla al anochecer por lo que habíamos decidido buscar la estancia cerca y así poder ir después de cenar. En esta época el sol se pone a las 23:30.

Paramos allí sobre las 18 de la tarde y estuvimos un buen rato caminando por la zona, y haciendo fotos. Es un paraje de cuento, con la cascada rodeada por montes coronados por un glaciar y en frente Kirkjufell y Grundarfjörđur.

Vistas de Kirkjufellsfoss y el glaciar de fondo desde la desembocadura

Llegamos al Kirkjufell Hotel a las 19:30, hicimos el check-in y subimos a descansar un poco. Está en el puerto de Grundarfjörđur, en una zona tranquila y con unas vistas muy chulas del fiordo. Aprovechamos para cenar sobre las 20:30 en el restaurante del hotel, porque al entrar, el olor de la cocina nos había dado hambre.

Tenían un grupo grande alojado y habían preparado un menú con sopa de espárragos y cordero asado. Como a Antonio no le gusta el cordero fueron muy amables y le prepararon bacalao rebozado con ensalada y patatas. Nos pusieron una jarra de agua y nos invitaron a un helado con galletas de postre con el que pedimos dos cafés.

El cordero estaba jugosísimo y se deshacía en la boca, igual que el pescado. Si todo lo cocinan igual, no debéis perdéroslo. Lo mejor fue la cuenta, salimos a 6875 ISK/49,5 €. Para ser el restaurante de un hotel, nos pareció de los mejores precios de Islandia por calidad y cantidad. Tenéis más información sobre la gastronomía islandesa en la entrada qué comer en Islandia.

Volvimos a Kirkjufellsfoss y estuvimos allí hasta que el sol se escondió por detrás de la ladera (una estampa preciosa) y vimos el atardecer desde el fiordo junto al hotel.

Habíamos recorrido 230 km, dormido sólo 5h y llevábamos ya 16 horas sin parar, así que caímos rendidos en la cama.

Atardecer en Kirkjufellsfoss