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Roma día 2

La Bocca della Verità · Coliseo · Foro · Capilla Sixtina · Monumento a Vittorio Emanuele II · Columna de Trajano

17 de junio de 2022

Nos habían avisado en el alojamiento que ya no daban desayunos (antiguamente lo que tenían debajo era una cafetería y tenían acordado con ellos el desayuno de los huéspedes, pero actualmente hay un restaurante que no abre hasta las 12 del mediodía. No han buscado más opciones y te dicen que te busques la vida). Nos sorprendió porque juraríamos que en el momento de la reserva sí lo daban pero quizá fue que al haber estado alojados allí la última vez, nos confiamos en que lo tendríamos incluido.

La tarde anterior le habíamos echado el ojo a una cafetería en la Via della Lungaretta que abría pronto, el Long Island Café, y allí que nos fuimos a las siete y media de la mañana. Entre los gritos que subían del restaurante de abajo de la habitación hasta las tres de la madrugada y los basureros recogiendo botellas desde las seis de la mañana, habíamos desistido y abandonamos la habitación mucho antes de la hora prevista (entendéis el 4 que le hemos puesto en Booking al alojamiento, ¿no?).

Pedimos dos zumos de naranja, dos capuccinos, un cruasán, una napolitana de chocolate y un trozo de ciambella (bizcocho de limón típico de Roma). El sitio no era barato, costó 18€, pero estaba muy bueno y en un lugar tranquilo.

Long Island Night Café, Via della Lungaretta, 56 (TripAdvisorGoogle)

Desayuno completo en Long Island Night Café

Fuimos por el Trastevere hasta el Ponte Palatino para cruzar el Tiber hacia la Bocca della Verità, ya esperábamos que estuviese cerrado el acceso pero desde las verjas se ve estupendamente y no creemos que sea un monumento por el que valga la pena hacer las colas de entrada (salvo que queráis hacer la foto metiendo la mano sí o sí; os explicamos el origen de esta tradición en la entrada consejos y curiosidades de Roma).

Desde allí fuimos bordeando el Circo Massimo para llegar por la Via di San Gregorio hasta el Coliseo. Teníamos las entradas compradas para entrar nada más abrir y poder visitar la arena con poca gente. Tuvimos que esperar un rato hasta que abrieron, había mucha gente por allí pero resultó que casi nadie llevaba entradas (recordad reservar la entrada online con 1 mes de antelación) y fuimos los primeros en entrar. Nos dirigimos directos al acceso a la arena y pudimos estar allí solos, con el Coliseo vacío durante casi 20 minutos. Madrugar vale siempre la pena.

Bocca della verità vista desde la verja

En cuanto llegaron más visitantes nos fuimos de la arena a ver el resto del monumento. Como había muy poca gente, no más de un par de grupos (no vamos a insistir en lo malos que son los grupos turísticos para los monumentos, ya hemos dado nuestra opinión muchas veces) y alguna pareja suelta por ahí, pudimos verlo muy tranquilos y con mucho detalle.

Es bastante impresionante imaginar cómo debería ser aquello lleno de gente con los juegos circenses y los gladiadores, teniendo en cuenta que se construyó hace veinte siglos (uno de los imprescindibles que ver en Roma).

Vistas del coliseo desde la arena

Salimos del coliseo antes de que empezase a apretar mucho el calor porque nos quedaba entrar al foro y la última vez lo vimos a las cinco de la tarde en las mismas fechas del año y acabamos achicharrados. Pudimos entrar a las diez por la puerta que da acceso al Palatino, en la Via di San Gregorio, muy cerca del arco de Constantino.

A pesar de ser pronto, solo llevaba abierto media hora, el sol ya era bastante molesto y en la zona central desde la que se accede a los restos de los monumentos, no hay ni una sombra. Recorrimos todo el foro romano atravesando la Via Sacra desde el arco de Tito hasta el arco de Settimio Severo, pasando antes por el mirador junto al Orti Farnesiani del Palatino, con unas vistas espectaculares de todo el recinto. Cuando ya empezábamos a echar humo, como ya habíamos visto cada parte (cosa que no pudimos hacer la visita anterior debido al calor), decidimos salir por la rampa que hay detrás de la basílica Giulia.

Por esa salida accedimos al mirador de la Vía Monte Tarpeo, el mejor mirador gratuito del foro romano (os dejamos una entrada con los mejores miradores de Roma).

Vistas del foro desde el mirador de Via Monte Tarpeo

Continuando la calle del mirador llegamos a la Piazza del Campidoglio, diseñada por Miguel Ángel, con la réplica de la famosa estatua de Marco Aurelio (la de las monedas de 50 céntimos italianas) justo en el centro y la entrada a los Museos Capitolinos en el lado suroeste. Estuvimos a punto de entrar al museo, más por sobrellevar el calor que por una apetencia real, pero nos pudo la parte de bon vivant que también llevamos dentro y decidimos ir a buscar un local con aire acondicionado y cervezas muy frías.

En un lado de la plaza, encontraréis una columna con una réplica de la Luperca, la loba amamantando a Rómulo y Remo. La original se conserva en los Museos Capitolinos.

Acabamos en el Bar Rossana, regentado por un tío con pinta de motero (y la misma mala leche que los moteros de Abierto hasta el Amanecer). El otro camarero era bastante amable y nos puso dos cervezas de medio litro bastante frías para ser Roma (en pocos sitios nos las pusieron tan frías como nos gustan en España), y nos las sirvió con tres aperitivos diferentes. Estuvimos allí más de una hora y nos fuimos porque las sillas eran incómodas y nos dolía la espalda, si no igual seguíamos ahora allí tomando cervezas. Las cervezas nos costaron 9€, el alcohol en Italia es muy caro y si lo tomas en el centro de Roma, todavía más.

Bar Rossana, Via dei Chiavari, 16 (TripAdvisorGoogle)

Piazza dei Campidoglio

La única reserva que teníamos en un restaurante para el viaje era para ese día, en realidad todas las reservas (Coliseo, Capilla Sixtina y este restaurante) las habíamos cogido el mismo día sin darnos cuenta.

El restaurante Luciano Cucina Italiana, es del chef Luciano Monosilio considerado el rey de la carbonara, y precisamente por eso habíamos reservado, teníamos que probarla. El restaurante está decorado moderno pero con mucho estilo, tienen una carta corta pero suficiente, y nada cara para el sitio que es. El chef ganó una estrella Michelin siendo uno de los cocineros italianos más jóvenes en conseguirla.

Pedimos un carpaccio de remolacha con queso robiola y cebolla crujiente, dos platos de espagueti carbonara y un tiramisú, por supuesto con dos cervezas y un ristretto para acabar. Fue la comida más cara del viaje, unos 82€, pero la carbonada estaba espectacular.

Luciano Cucina Italiana, Piazza del Teatro di Pompeo, 18 (TripAdvisorGoogle)

Carbonara de Luciano Monosilio

Habíamos llegado al restaurante con más de media hora de adelanto, por lo que salimos también más pronto de lo que teníamos calculado para irnos luego al Vaticano a ver los Museos Vaticanos y la Capilla Sixtina. Teníamos la duda de si nos iban a dejar entrar con pantalón corto, habíamos llevado vaqueros largos pero con casi 35 grados no nos apetecía mucho ponérnoslos. Decidimos, ya que teníamos casi dos horas por delante hasta poder entrar, ir a ver en la puerta del museo si dejaban entrar o no con bermudas, estamos así de zumbados.

Al llegar vimos que la gente entraba sin problemas y ya que estábamos allí y eran las tres de la tarde (nuestra entrada era a las cinco), decidimos probar suerte y ver si podíamos entrar en ese momento. Alucinamos con la que tienen montada en los museos, había cientos de personas para comprar entradas, pero las taquillas de los que llevábamos la entrada onilne era muy rápida, en 2 minutos estábamos dentro y no habían ni comprobado la hora. Entramos con al menos otras doscientas personas agolpadas durante todo el recorrido, es como una marea de gente que te lleva casi sin poder parar, nos recordó a la primera vez que fuimos a Ikea en Madrid hace veinte años.

Nosotros seguimos las indicaciones directas para ir la Capilla Sixtina sin pararnos prácticamente en las cientos de obras de arte y antigüedades, salvo en la zona de Egipto, no nos esperábamos que hubiese tanto de esa época y tan bien conservado.

La Capilla Sixtina estaba atestada y además no dejan hacer fotos ni vídeos, te vigilan constantemente. Estuvimos allí un rato mirando los frescos del techo pintados por Miguel Ángel, impresionantes, hasta que nos dolió tanto el cuello que ya no aguantamos.

Sala de mapas de los Museos Vaticanos

Nos quedamos un buen rato sentados en un banco en los Giardino Quadrato que hay justo al salir del museo. El cielo se empezó a poner plomizo y por miedo a que nos pillase una tormenta de verano allí, nos fuimos hacia el Trastevere por la orilla del Tíber, viendo el Castel Sant’Angelo desde el río (ya subimos a él en el anterior viaje y también merece la pena).

Al llegar a la zona del alojamiento, el tiempo había mejorado y decidimos que era un momento estupendo para tomar el aperitivo. Nos sentamos en una de las mesas de la terraza del café de Long Island Café (el mismo del desayuno) y pedimos un Spritz Hugo y un Mojito. Estábamos rendidos y nos vinos de lujo reponer fuerzas, habíamos hecho 21km caminando y todavía eran las seis de la tarde.

A las ocho, tras una breve parada técnica en la habitación, nos fuimos hacia el centro para cenar en La Montecarlo, una pizzería que está en una callejuela entre Campo de’Fiori y Piazza Navona. Es un sitio muy de barrio, donde ya habíamos cenado en nuestro último viaje y que nos había encantado, tanto por sus pizzas buenísimas como por el ambiente local que tiene.

Nos ofrecieron una mesa en el interior bajo el aparato de aire acondicionado, nos debieron ver cara de acalorados o nos confundieron con romanos porque la terraza eran mesas en su mayoría de turistas y en el interior solo había italianos, hay que decir que fuera hacía mucho calor y que la terraza da a una callejuela con poco encanto.

Agradecimos muchísimo el aire fresco del interior y pedimos un fritti misto para dos (una especialidad de la casa con olive ascolane, fiore di zucca y arancini) una pizza de jamón y champiñones, otra de base blanca con atún y cebolla y dos cervezas. La cena nos costó 42€ y la verdad es que podíamos haber pedido solo una pizza y hubiésemos tenido suficiente. Fueron tan simpáticos como la última vez, os lo recomendamos sin duda alguna.

La Montecarlo, Vicolo Savelli, 13, (TripAdvisorGoogle)

Especialidad de la casa en La Montecarlo: olive all'ascolana, arancini y fiore di zucca

Después de cenar empezamos a callejear y perdimos el rumbo, cuando nos dimos cuenta estábamos casi en el Ponte Sant’Angelo (si estáis por la zona al anochecer, acercaros al Ponte Umberto I para hacer una foto con la cúpula de San Pedro y el Castel Sant’Angelo iluminados de fondo). Dimos la vuelta en la Via dei Coronari para volver a una heladería que habíamos visto durante el paseo con muy buena pinta.

Tuvimos suerte y no había cola en la Gelateria del Teatro, 15 minutos antes estaba a reventar. Pedimos una copa de fiore di pana y un cucurucho de chocolate fundente. No fueron los mejores helados del viaje, sobretodo por el de nata que estaba un poco insípido pero el de chocolate estaba muy bueno. Cada helado costó 3€.

La vuelta la hicimos pasando por el monumento a Vittorio Emanuelle II, la columna de Trajano y cruzamos el río por la Isola Tiberina para bajar a ver los puestos del mercadillo Lungo il Tevere.

Somos así de bestias y cuando empezamos a caminar no tenemos medida, Al final del día habíamos caminado veintiséis kilómetros y medio, los pies nos dolían y los teníamos llenos de llagas porque las sandalias nuevas que nos compramos antes del viaje no nos acoplaban bien, menos mal que el podólogo lleva siempre un buen botiquín en los viajes.

Monumento a Vittorio Emanuele II de noche