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Roma día 1

Vuelo Valencia-Roma · Trastevere · Campo de' Fiori · Piazza Navona · Fontana di Trevi · Gianicolo

16 de junio de 2022

Un Cabify a las 6:30 de la mañana esperándonos en la puerta de casa, así es como nos gusta empezar un viaje de relax. El trayecto a Manises a esas horas es de menos de quince minutos, así que llegamos con tiempo de sobra al aeropuerto, que para nuestra sorpresa estaba lleno.

Pasamos los controles con nuestra habitual rapidez y nos sentamos cómodamente a esperar el vuelo, que comenzó a embarcar muy pronto. Como llevábamos prioridad de embarque, casi media hora antes del despegue ya estábamos aposentados en nuestros asientos, en primera fila, como debe ser, así salimos los primeros al aterrizar.

A las 10:10 ya habíamos recorrido las pasarelas que unen las terminales 3 y 1 del aeropuerto de Fiumicino para coger el cercanías que nos dejó en el Trastevere cuarenta minutos después. El alojamiento estaba en la plaza de Santa Maria in Trastevere, el centro del barrio, a diez minutos caminando desde la parada del tranvía 8 que habíamos cogido al salir de la estación de tren (os lo explicamos todo en cómo ir del aeropuerto a Roma).

Hace 10 años nos alojamos en el mismo sitio y nos gustó. Antiguamente era un B&B con tres habitaciones, dos en la primera planta y la habitación del ático que habíamos reservado nosotros. Actualmente ya no dan desayunos así que se queda solo en Bed&… Además necesitan una buena actualización: un solo enchufe libre en la habitación, aire acondicionado antiguo que ya no da de sí, exceso de polvo en las estanterías, y ventanas sin insonorizar. Para empeorar las cosas han abierto un restaurante justo debajo, atestado de turistas a todas horas desde las doce del mediodía hasta las tres de la madrugada, por lo que dormir es difícil. Aun así la terraza al atardecer podría merecer la pena, pero nosotros la próxima vez nos iremos a un hotel más céntrico y apartado de la zona de ocio nocturno (tenéis más recomendaciones en dónde dormir en Roma).

Estación de cercanías de Trastevere

Después de hacer el check-in nos fuimos directos a almorzar algo, ya hacía cinco horas que habíamos desayunado y estábamos muertos de hambre, Antonio lo llama: «tener desconsuelo», es esa sensación de hambre voraz que aparece de repente y hasta te marea. Encontramos un local de pizza al taglio, arancini, suppli y panini a 2 minutos del hotel y decidimos que era perfecto para reponer fuerzas, un panino al salame, dos arancini y una cerveza Ichnusa (una empresa de Cerdeña que probamos en nuestro viaje a la isla en 2013 y que nos gusta mucho). Nos costó todo 15 €.

Appetito, Piazza di Sant’Apollonia, 11 (Google)

Almuerzo en Appetito Trastevere

Decidimos ir paseando hacia el centro aprovechando que era jueves y pensando que podría haber menos gente que en fin de semana, pero no recordábamos que en ciudades tan turísticas como Roma, da igual el día de la semana, siempre están atestadas, sobre todo si es verano.

Cruzamos el puente Garibaldi hacia el mercado de Campo de’Fiori, donde nos compramos una bandeja de fresitas silvestres (es tradición comprar fruta fresca en los mercados para comérnosla como aperitivo), desde allí continuamos a Piazza Navona, que a esas horas no tiene ni una sombra y no es la mejor para las fotos, y acabamos en la Fontana di Trevi. Había bastante gente pero era muy accesible, pudimos hacernos varias fotos sin problemas y con espacio. Incluso nos grabamos tirando las monedas como en la película Tres monedas en la fuente.

La tradición de tirar monedas a la fuente surgió en 1954 tras la película «Tres monedas en la fuente». Según dice este mito, si tiras una moneda volverás a Roma; si tiras dos encontrarás el amor de un/a italiano/a; y si tiras tres te casarás con esa persona. La técnica exacta consiste en arrojar la moneda con la mano derecha por encima del hombro izquierdo, pasando por el corazón, de espaldas a la fuente (tenéis más curiosidades y tradiciones en la entrada consejos y curiosidades de Roma).

Fontana di Trevi

Volvimos pasando por la columna de Marco Aurelio y bordeando el Panteón de Agripa al que ni nos planteamos volver a entrar por la cola de decenas de metros que había en la puerta (merece mucho la pena pero ya habíamos estado varias veces en la última visita a la ciudad, os dejamos todos nuestros imprescindibles en la entrada qué ver y hacer en Roma).

Teníamos apuntado que en el restaurante que había en el edificio de al lado del alojamiento se comía muy bien y fuimos tan tontos como para hacerle caso a TripAdvisor, no porque la comida no fuese buena, que lo fue, si no porque en Roma en el 99% de los restaurantes se come fenomenal y en ese nos tocó hacer cola al sol para poder estar en una mesa en el interior con aire acondicionado. El resto de días, con alejarnos dos calles, había locales chulísimos y con una comida excelente sin nada de cola y a mejores precios (tenéis nuestras recomendaciones en la entrada qué comer en Roma y dónde).

El sitio se llama Tonnarello, estuvimos en una mesa justo debajo del aparato de aire, lo que agradecimos mucho, y pedimos dos cervezas, una botella de agua, unas carciofi alla Giudia (alcachofas fritas crujientes), un plato de pasta cacio e pepe, saltimbocca alla romana (lomo de cerdo con salvia y jamón), una pannacotta con fresas, un tiramisù y un café. Salimos a 64€ en total, nos pareció un precio muy bueno para la cantidad y calidad de la comida.

Tonnarello, Via della Paglia 1,2,3 (TripAdvisor – Google )

Postres en el restaurante Tonnarello

No lo solemos hacer mucho en nuestros viajes, pero como este era de relax, y en Roma a mediodía hacía un calor de mil demonios, nos pegamos una siesta de casi tres horas.

Salimos a las 7 de la tarde, descansados y con bastante menos calor, aunque seguían siendo bastante insoportables los casi 30º que había aún. Tras un pequeño paseo por el Trastevere (a esas horas es cuando de verdad el barrio tiene el encanto que lo ha popularizado), nos sentamos en Chakra Café a tomar el famoso aperitivo italiano.

No se distingue mucho del nuestro, la diferencia principal es la hora, en Italia se toma el aperitivo de seis o siete de la tarde a nueve y consiste en tomar un cóctel o una cerveza con la que te sirven algo de picoteo o comida. Dependiendo del sitio, es más o menos copioso y eso también se nota en el precio.

A nosotros un Bloody Mary y un Spritz Hugo, que es un coctel típico del norte de Italia hecho con Prosecco y cordial de saúco (nosotros lo hacemos casero y está delicioso, os dejaremos la receta), nos los sirvieron con unas patatillas fritas de bolsa y nos costó 14 €.

Chakra Café, Piazza di Santa Rufina, 13 (TripAdvisor – Google)

Aperitivo en Chakra Café

Nos levantamos de la terraza del Chakra un poco «chispauzos», como dice Antonio, porque los cócteles estaban bastante cargados, y decidimos que lo mejor para bajarlos era subir a la colina del Gianicolo para ver el atardecer desde el belvedere Garibaldi.

La subida desde el Trastevere son unos 15 minutos y las vistas son, para nosotros, las mejores de Roma. Arriba han montado un chillout bastante chulo en uno de los extremos de la plaza, pero nosotros nos fuimos a sentarnos en los muros que dan hacia la colina, justo encima de la plataforma del famoso cañón, que se dispara a diario a las 12 del mediodía para sincronizar las campanadas de todas las iglesias de la ciudad.

Ver cómo se va tiñendo de naranja la ciudad nos pareció maravilloso, cuando el sol estaba a punto de ocultarse nos fuimos al otro lado de la plaza para ver el ocaso sobre los jardines de la villa de Doria Pamphilj.

Atardecer tras la Villa Doria Pamphilj, en el Gianicolo

Uno de los objetivos del viaje era comer lo mejor que pudiésemos, y de momento lo estábamos consiguiendo. Tocaba volver a intentarlo. Bajamos de la colina al Trastevere y, esta vez sí, nos perdimos por callejuelas lejos de los locales más turísticos. Encontramos un restaurante con mesas en una terraza con mucho encanto y varios italianos cenando, Hostaria del Roody. Que haya gente del barrio comiendo en un restaurante suele ser muy buena señal. Ojeamos la carta, que era de comida bastante tradicional, y pedimos una «tavola per due«.

Los camareros eras muy simpáticos y nos trajeron una botella de agua fría del grifo (el agua de Roma es buenísima, no dudéis en beber de cada fuente que veáis). Pedimos dos cervezas mientras mirábamos la carta. Posiblemente sea el viaje, junto con el de Dublín, donde más cervezas hemos bebido, la excusa era que hacía un calor de muerte y la verdad es que sentaban de lujo.

Pedimos una ensalada de burrata y tomates pachino (un tipo de tomate cherry con IG del sur de Italia), unos bombolitti alla amatriciana y unos tagliatelle ai funghi porcini frescos. Habíamos visto muchos puestos por la calle vendiendo estas setas de temporada con una pinta extraordinaria. La cuenta salió a 57€, teniendo en cuenta el precio de las setas y la cantidad de comida, era también muy razonable.

Hostaria del Roody, Vicolo della Scala, 8 (TripAdvisor – Google)

Hostaria del Roody en el Trastevere

No habíamos pedido postre por una razón muy simple, no se puede ir a Italia y no comer helado. La siguiente parada, por lo tanto era una heladería. Encontramos una que nos gustó en la Piazza della Scala, pedimos nuestra recurrente tarrina de amarena y una de limón de Sorrento con una pinta espectacular. Cada una costó 3€ y estaban deliciosas.

Por mucho que nos lo repitiésemos una y otra vez, no pudimos hacer un viaje de relax completo, acabó saliendo el caminante incansable que los dos llevamos dentro y sin querer darnos cuenta volvimos a cruzar el Tíber por el Ponte Sisto, haciendo fotos a los puestos del mercado Lungo il Tevere, a orillas del río.

Un rato después estábamos haciendo fotos a la fuente de Bernini en la Piazza Navona, con sus cuatro ríos y el obelisco que la corona. Volvimos a rodear el Panteón, esta vez sin colas en la puerta, y con las luces tenía más encanto. Y acabamos en la Fontana di Trevi, que ahora sí estaba llena a reventar (y eso que pensábamos que a esas horas no habría nadie).

Acabamos en el hotel sobre las doce de la noche y ahí fue cuando nos dimos cuenta que el Trastevere con encanto y tranquilo que habíamos conocido diez años antes se había convertido en una zona de ocio nocturno para turistas y que, desgraciadamente nuestra habitación tenía debajo un restaurante atestado de mesas en la calle, todas ocupadas y con una larga cola esperando para sentarse, que no cerró hasta las tres de la madrugada. Nuestro único alivio es que siempre llevamos tapones para los oídos y que al estar en el segundo piso el ruido se atenuaba un poco.

Gelateria alla Scala, Via della Scala, 51 (TripAdvisor – Google)

Fuente de los cuatro ríos de Bernini en la Piazza Navona