Fez día 1
Llegada a Fez · Mezquita de los Andaluces · Talaa Kebira · Bab Boujloud · Zoco Chemmaine
21 de enero de 2023
Lo bueno del vuelo de Valencia a Fez es que es directo y sale muy temprano por lo que el día de llegada se aprovecha, lo malo es que hay que madrugar mucho. A las 7:30 nos recogía el Cabify en la puerta de casa, nos habíamos levantado casi una hora antes, y a las 8:30 ya estábamos esperando para embarcar. Somos rápidos pasando los controles de seguridad y no habíamos tenido que facturar equipaje.
Volar con Ryanair tiene la ventaja de que desde nuestro aeropuerto tiene muchas conexiones directas pero compensa poco tener que aguantar las políticas odiosas de la compañía, como tenerte esperando una hora antes en la pista de aterrizaje, no usar nunca fingers para embarcar, tener que llegar al avión en autobús, la poco amabilidad del personal de a bordo, y otras tantas. Aun así esta vez no claudicamos, nos mentalizamos de que íbamos con esas condiciones y pudimos sobrellevar el vuelo bastante bien. Como salimos con un poco de retraso, el piloto aceleró y el trayecto duró unos 50 minutos, aterrizando casi 15 minutos antes de la hora prevista.

Llegamos a Fez con el cielo nublado y bastante frío. El aeropuerto es uno de los más pequeños a los que hemos volado, junto con el de Granada y Jerez de la Frontera.
Al entrar hay que rellenar un documento para inmigración y solo hay un bolígrafo para todo el pasaje, nosotros ya lo habíamos leído e íbamos preparados, además nuestra cartera de viaje tiene un compartimento para el pasaporte con un boli minúsculo para estos casos.
El control de pasaportes lo pasamos en cinco minutos y al salir nos esperaba un grand taxi enviado por nuestro riad (os lo explicamos en la entrada cómo ir del aeropuerto a Fez). Antes de irnos decidimos sacar dirhams en un cajero automático, últimamente en vez de cambiar en alguna casa de cambio o en el banco, hacemos el cambio de divisa en nuestra cuenta Revolut y sacamos el dinero en un cajero del país. Revolut aplica siempre el cambio interbancario sin comisiones y como tenemos una cuenta metal podemos sacar 800€ gratis al mes (no suele hacernos falta tanto ya que casi todo lo pagamos con tarjeta).

El taxista era bastante majo, como la mayoría de marroquíes que nos encontramos. Nos hablaba entre francés e inglés y nos fue explicando algunas curiosidades de la cuidad y de las zonas donde pasábamos. Al bajar del taxi, cerca de la plaza Rcif nos recibió Alí, un empleado del hotel que nos acompañó enseñándonos el camino (estaba escondido en una callejuela y no hubiera sido fácil encontrarlo por libre).
En el precioso patio de estilo andalusí del Riad Ibn Khaldoun nos esperaban con un té de menta y unas pastas mientras nos tomaron los datos para el check-in. Nos ofrecieron guías y excursiones, y decidimos coger un guía para ver la medina la mañana siguiente y un coche que nos haría una ruta panorámica por los alrededores de Fez, además contratamos una excursión para ir al pueblo azul de Chefchaouen dos días después.
Tras dejar las maletas en la habitación nos fuimos a dar una vuelta antes de comer. La verdad es que no podemos decir que la habitación estuviese mal, estaba limpia y con todo lo necesario, pero se notaba que el riad necesitaba una actualización y estar mejor conservado.
Estábamos de subidón porque de momento todo nos estaba gustando y decidimos que nos íbamos a recorrer la medina solos, a ver qué pasaba, y comeríamos en alguno de los restaurantes que teníamos anotados.

Íbamos tan condicionados, sin motivo alguno la verdad, que no quisimos ni sacar el móvil, por lo que no tenemos fotos de las primeras horas de paseo por Fez. Entramos por la puerta Bab Rcif y nos fuimos a la derecha, justo al contrario de donde queríamos ir, y pensando que nos dirigimos a la Universidad de Qarawiyyin, acabamos en las escalinatas que llevan a la puerta de la Mezquita de los Andaluces. Allí decidimos que no pasaba nada por sacar el móvil para no perdernos más. Nuestro miedo era que nos agobiasen intentando hacerse pasar por guías o para orientarnos y sacarse una propina, pero aunque esto pasó, fue solo cuatro veces en todo el viaje (os dejamos nuestros consejos para recorrer la medina en la entrada cómo moverse en Fez).

Volvimos sobre nuestros pasos y esta vez llegamos a la plaza de los caldereros o Seffarine. Allí se nos pasaron los miedos y nos pusimos a hacer fotos y vídeos de los caldereros trabajando, había pocos turistas y el ambiente era muy chulo. Fuimos bordeando la universidad y mezquita de Qarawiyyin, vimos la puerta de acceso a su patio, entramos a varios telares donde estaban trabajando, pasamos por la zona de los zocos (que estaba bastante llena de locales comprando) y acabamos sin darnos cuenta en Talaa Kebira, una de las calles principales que van desde la puerta azul hasta el corazón de la medina.

Cuando nos dimos cuenta que estábamos en Talaa Kebira, miramos la lista de restaurantes que queríamos visitar, nos sonaba que había varios en la misma calle. Un poco más allá teníamos Fondouk Bazaar, un restaurante ubicado en un patio cubierto, con una decoración mezcla entre marroquí y el típico ambiente hipster que impera en Europa y Estados Unidos en los últimos años. Un sitio un poco turístico pero que nos gustó mucho.
Pedimos de entrantes una ensalada marroquí de naranja, calabacines aliñados con rosa encurtida, pasas y miel, y unos cigarrillos de pasta brick rellenos de queso con salsa romesco; y de segundo, pollo con azafrán y limón con patatas (no quedaba couscous). Una botella de agua grande para beber y un té de menta para cada uno. Nos costó 235 dh/ 23€.

Sentados en el restaurante tomando tranquilamente nuestro té, caímos en la cuenta de por qué no estaban siendo muy insistentes con nosotros viéndonos solos. A Antonio le habían dicho todos los marroquíes con los que habíamos hablado que parecía uno de ellos y el restaurante no fue una excepción, cada camarero que venía a la mesa le hablaba en árabe. Antonio estaba divertidísimo con la situación y se arrepentía de no saber algo de marroquí para pasar más desapercibido.
Al salir seguimos subiendo la calle principal hacia la puerta azul Bab Boujloud, pasando por varios zocos y fondouks, uno de alfareros, otro donde se vendía miel y mantequilla y un mercado de comida donde nos sorprendieron varias cabezas de camello colgadas esperando ser vendidas.
Compramos Ras-el-Hanout en una tienda de especias que llevaba un chaval bastante majo que nos explicó qué mezcla de especias usaba para hacerlo y cómo lo molía.

La Medina de Fes el-Bali no está masificada de turistas y los comerciantes no cumplen con la imagen que tenemos del vendedor marroquí insistente y con intención de colarte algo (como nos habían contado de Marrakech). Pero aún así hay gente que intenta conseguir una propina del turista ofreciéndole guiarle por las más de nueve mil callejuelas que conforman el barrio. Para ello hacen creer al turista que está perdido y que ellos pueden ayudarle a llegar a su hotel o restaurante. Oiréis mucho «amigo cerrado por allí» o «close, close», y el 99% de las veces será mentira (solo se cierran unas cuantas calles de la zona de los zocos por la noche).
Cuando os sintáis perdidos seguid caminando a paso ligero hasta encontrar una arteria principal o monumento que os pueda hacer ubicaros o volved sobre vuestros pasos rápidamente, no os quedéis mirando perdidos de un lado a otro o mirando el mapa del movil, es la señal para que os empiecen a ofrecer su ayuda y estos sí son más insistentes.
Recordad que las calles señalizadas con un hexágono son calles sin salida, mejor no entrar, id siempre por calles con la señal rectangular y si podéis, seguid los carteles de colores que llevan a los distintos monumentos, de esta forma siempre estaréis cerca de alguna zona donde orientaros.

Al llegar al final de Talaa Kebira continuamos por un mercado de frutas y verduras junto a las murallas y nos pasamos el desvío hacia Bab Boujloud, nos tocó dar un poco de vuelta innecesaría para verla, estaban construyendo un aparcamiento justo enfrente que le quitaba bastante encanto a la escena, pero la puerta es una chulada, decorada con azulejos azules por fuera y verdes por dentro (uno de los imprescindibles que ver y hacer en Fez). La cruzamos hacia dentro de la medina y bajamos por la otra calle principal, Talaa Sghira.
Esta calle es algo más corta y acaba en Talaa Kebira un poco antes del Zoco de la Henna. Nosotros nos desviamos antes de llegar y nos metimos en el zoco Nejjarine, una calle estrecha y corta llena de carpinterías y que acaba en la plaza del mismo nombre donde está el Museo de Arte y Artesanía de la Madera. Justo al desviarnos, nos paramos a mirar el móvil para ver si teníamos algún sitio interesante anotado y se nos acercó una familia marroquí que debía estar haciendo turismo en la ciudad para preguntarnos, en árabe, por una dirección. Al decirle que no hablábamos su idioma el hombre nos indicó por señas que nuestra cara parecía de allí. Otro vez nos confundían con locales.

Salimos de la plaza Nejjarine bordeando el Mausoleo de Moulay Idriss II (aunque en ese momento no nos fijamos en que era ese monumento) y cruzamos por uno de los zocos donde se vendía ropa tradicional de gala. Desde aquí bajamos directos al hotel saliendo por la plaza Rcif (no sin antes comprarnos un par de dulces parecidos a un brazo de gitano en una pastelería que estaba a tope).
Llevábamos casi 5 horas recorriendo la medina, algo nerviosos porque era un laberinto caótico, y necesitábamos descansar un poco. Nos tumbamos un rato en la cama, revisando fotos y publicando alguna en Instagram, e hicimos un siesta corta, de las que reparan de verdad.
A las seis y media nos volvimos a poner en marcha con las pilas recargadas. Lo primero que hicimos fue subir a la azotea del riad a disfrutar de las vistas de la ciudad al atardecer. No era el mejor día porque estaba bastante nublado todavía, pero no dejaba de ser bastante impresionante.

Volvimos a meternos en el lío de la medina para ver el ambiente a última hora de la tarde, pasamos por el zoco de las frutas y frutos secos, Chemmaine, ya empezaban a cerrar los puestos y un montón de gente volvía a sus casas saliendo por la puerta Bab R’Cif, donde los Grand Taxi y los microbuses se llenaban hasta los topes (incluso vimos a unos chavales subiendo al techo de uno de ellos).
Como era tarde y estábamos cansados, decidimos volver al alojamiento y cenar allí. Nos sirvieron un menú tradicional con ensalada marroquí, cous cous con carne y verduras, y de postre, manzana y naranja con canela y almendra picada, todo por 150 dírhams cada uno.
El primer día nos había fascinado. Al día siguiente nos esperaban un par de visitas guiadas para conocer más a fondo la ciudad.
