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Toscana día 9

Valle del Chianti. Castellina in Chianti · Panzano · Greve in Chianti · Montefioralle

3 de junio de 2017

A pesar de llegar tan tarde el día anterior, conseguimos estar a las 8:30 en el desayuno. Nos preparamos un buen plato de tostadas con fiambre y quesos, unos trozos de bizcocho casero delicioso, fruta fresca cortada, yogur, zumo de naranja sanguina y café con leche.

Ese día la ruta era ligeramente más corta, visitaríamos otra de las zonas vitinícolas más famosas de Italia, el Valle del Chianti: Castellina in Chianti, Panzano, Greve in Chianti y Montefioralle (uno de los valles imprescindibles que ver en la Toscana). Salimos del hotel sobre las 9:30 de la mañana y tardamos poca más de una hora en llegar a la primera parada.

Cosme de Medici le otorgó la DOCG (Denominación de Origen Controlada y Garantizada) al vino Chianti Classico en 1716, es una de las más antiguas del país. El vino se elabora con un mínimo del 80% de uva Sangiovese, exigiendo un 100% si es un Chianti Superiore. Son vinos con estructura, aroma a ciruelas, ligera acidez y dulzor. Se identifican con un sello muy característico que lleva un gallo negro. Tenéis más información sobre los vinos táscanos en la entrada qué comer en la Toscana y dónde.

Desayuno en el hotel

Cuando llegamos a Castellina estaba lleno de coches, era día de mercado, pero encontramos el último sitio en el aparcamiento que había justo a la entrada del pueblo. El mercado empezaba casi en la salida al aparcamiento, en el Viale IV de Novembre. Rafa no puedo evitar recorrer los puestos uno a uno, y cayó en la tentación de comprar algunos utensilios para hacer pasta fresca y moldes para cannoli.

Tras el mercado seguía la Via Ferruccio, una calle peatonal con edificios bajos de estilo medieval y muros anchos construidos con piedra, que estaba bastante animada. Había muchos comercios abiertos con el producto en la calle, varias carnicerías con embutidos caseros de cerdo Cinta Senese y cafeterías con terraza. Nos sentamos a tomar un chocolate  caliente (no sabemos ir al baño de  un bar sin tomar algo) y estuvimos viendo el ambiente del pueblo, ya sabéis que eso nos encanta.

Castellina in Chianti

Nos acercamos a la Piazza del Comune, una plaza rectangular con su fortaleza medieval ocupada actualmente por el ayuntamiento, y continuamos hacia la iglesia de San Salvatore, en la Via Ferruccio, en una plaza triangular con mucho encanto rodeada de árboles por un lado y de casas medievales por el otro.

Bajo unos arcos, en la Via delle Volte estaban montando puestos de comida y bebida para la noche, en esos días se celebraban las fiestas del pueblo, lástima que no íbamos a poder estar porque tenía muy buena pinta.

Al salir de Castellina las carreteras se adentraban en el valle, con las colinas cubiertas de bosques de pino y laderas escarpadas con viñedos en terraza. Antes de llegar a Panzano, nos paramos para hacer una foto de la panorámica del pueblo con las laderas de viñedos. Nos encantó recorrer esos veinte kilómetros hasta Greve in Chianti.

Chiesa di San Salvatore · Rocca di Castellina in Chianti
Panorámica de Panzano y los viñedos

Al llegar a Greve, tuvimos claro que los sábados eran los días de mercado en la zona, el centro estaba cortado por los puestos. Pudimos llegar hasta el Parcheggio Piazza della Resistencia. De allí fuimos caminando hasta la Piazza Giacomo Mateotti (más conocida como Piazza del Mercatale), de forma triangular y rodeada de soportales.

Estaba llena de puesto del mercado semanal, la mayoría con productos de alimentación locales, los salames y quesos tenían una pinta espectacular, igual que la verdura fresca y las aceitunas. Bajo los soportales se alternaban tiendas de artesanía local, enotecas con vinos de Chianti y cafeterías o restaurantes, y de fondo asomaba la Basilica di Santa Croce.

Mercado en Greve in Chianti

Nos metimos por la Via Roma, una estrecha calle peatonal en la que pudimos refugiarnos del sol. Eran las doce media del medio día y los 28ºC picaban. A mitad de calle se abría a la izquierda el Viale San Francesco, una cuesta que llegaba hasta el exconvento di San Francesco, ahora Museo d’Arte Sacra. Desde la terraza de su puerta se tenían unas vistas preciosas del pueblo.

Vistas de Greve desde el Exconvento di San Francesco

Cogimos el coche para ir a Montefioralle, a 2 km de Greve. Una pequeñísima aldea fortificada del S.X perfectamente conservada, con tan sólo una calle de trazado circular. Los alféizares de las ventanas estaban llenas de geranios, pero la aldea estaba desierta a esas horas, seguramente los pocos vecinos estaban en sus casas resguardados por el calor o en alguno de los mercados cercanos.

Montefioralle

Tras el breve recorrido por Montefioralle, volvimos sobre nuestros pasos para comer en Panzano in Chianti. Teníamos reservada una mesa en uno de los pocos restaurantes del pueblo, Enoteca Il Vinaio. Al llegar, el dueño se sorprendió de que tuviésemos reserva, según él no tenía ninguna para ese día (como nos pasó en Florencia), pero nos dijo que no nos preocupásemos que nos buscaba un hueco.

Tuvimos que esperar sentados en las mesas de dentro unos minutos y despejó la mejor mesa del jardín trasero, era la que mejores vistas tenía. En las estanterías vendían un montón de vinos y productos típicos italianos, entre ellos taralli de Puglia (nos recordó a nuestro viaje a Milán y el Lago di Como unos meses atrás).

Enoteca Il Vinaio

El dueño nos invitó a una copa de vino rosado frizzante y unas aceitunas por las molestias (increíblemente servicial por unos minutos de espera). Pedimos una tabla de quesos con miel de la zona, insalata di funghi, cannelloni con ricotta e spinaci, pollo alla cacciatora y babá al limoncello. Para beber probamos un vino Chianti Classico, Panzanello reserva del 2012. La cuenta no fueron más que 45€, nos pareció baratísimo para lo que comimos y cómo nos trataron, además de las vistas espectaculares al valle.

Enoteca Il Vinaio, Via Santa Maria, 22, Panzano in Chianti (TripAdvisorGoogle)

Terraza de la Enoteca Il Vinaio
Comida con vistas en Enoteca Il Vinaio

Después de un paseo por el pueblo, que era muy pequeño, volvimos al coche para seguir, aunque empezábamos a estar cansados. Queríamos aprovechar la piscina del hotel para refrescarnos del calor sofocante que hacía.

Hicimos otra parada en Greve in Chianti para ver la plaza sin el ajetreo del mercado, parecía mentira que sólo 3 horas antes aquello hubiese estado lleno de puestos y gente. Ahora la plaza estaba limpia y recogida, con algunas terrazas llenas de parroquianos. No estuvimos más de veinte minutos, el calor nos obligó a abandonar. Pusimos rumbo al Agrihotel Il Palagetto en busca de su piscina infinity con vistas.

Piazza Giacomo Matteotti en Greve in Chianti

Tras un breve descanso en la habitación fuimos a la piscina, había sólo un par de huéspedes que se fueron en seguida. Estuvimos remojándonos hasta que empezó a ponerse el sol. Un placer bañarse con el atardecer y esas vistas de la Toscana.

Piscina del Agrihotel Il Palagetto
Piscina del Agrihotel Il Palagetto

Después del baño, fuimos a buscar un sitio entre los campos de trigo donde poder ver la última puesta de sol del viaje. La parte trasera del hotel estaba rodeada de campos dorados de cereal, nos metimos por uno de los caminos y estuvimos haciendo fotos del trigo a contraluz y esperando a que la luz se volviese anaranjada y el cielo púrpura.

Atardecer en Agrihotel Il Palagetto
Atardecer en Agrihotel Il Palagetto

Se hizo la hora de cenar y nos acercamos a Volterra para ver el pueblo de noche y buscar algún sitio que nos gustase. Era sábado por la noche y había futbol, no contábamos con lo forofos que son los italianos, y la mayoría de sitios tenían televisiones con el partido y estaban a tope. Encontramos un restaurante cerca de la Piazza Martiri della Libertà, el Burrata Bar del hotel Allegroitalia Nazionale.

Burrata Bar (H. Allegroitalia Nazionale), Via dei Marchesi, 11, Volterra (TripAdvisorGoogle)

Estábamos solos y nos dio un poco de miedo que no fuese un buen sitio, pero la comida nos pareció buenísima. Al parecer, que no tuviesen la tele puesta era lo que hacía que estuviese vacío. Pedimos un provolone con trufa, solomillo de cerdo con salsa de nueces, ribollita y un tartufo de chocolate. Como última cena del viaje estuvo muy bien.

Cena en Burrata Bar

Después de cenar fuimos a pasear por el pueblo, las terrazas estaban abarrotadas y las calles con mucho ambiente, sobretodo la Via Antonio Gramsci. Volvimos al mirador de la Piazza XX de Settembre y dimos la vuelta hasta el Viale dei Ponti. Justo debajo teníamos aparcado el coche, tocaba irse a dormir.

Vistas nocturnas de Volterra