Toscana día 5
Volterra · San Gimignano · Colle di Val d’Elsa · Monteriggione · Siena
30 de mayo de 2017
A las 8:00 ya estábamos arreglados admirando las vistas desde la terraza de la habitación, antes de desayunar. El desayuno se podía tomar sentado en la terraza con vistas a las colinas doradas y verdes. El buffet era muy completo, panes, embutidos, zumos, tartas, bollería, huevos y salchichas frescas. Nos pusimos las botas, como siempre, y nos fuimos a empezar la ruta.


Salimos hacia Volterra por la SR68, aparcamos en el parcheggio Docciola, junto a la fuente del mismo nombre y subimos las largas escalinatas hasta el casco histórico. Paseamos por la Piazza dei Priori, donde vimos el Palazzo del mismo nombre, el más antiguo de la Toscana, que data del S.XIII, y la Torre del Podestá con su porcellino asomándose en lo alto.

Nos acercamos a la Piazza Martiri della Libertà, un punto panorámico del pueblo y de los valles donde en días muy despejados se puede ver el mar, eso nos contó una señora toscana, muy amable, que estaba sentada en el muro del mirador. Nos habló en italiano, no le importó que nosotros no lo hablásemos, pero le entendimos a la perfección.
Nos acercamos a la catedral y el baptisterio, de planta octogonal y fachada principal de mármol blanco y verde, bonita pero muy estropeada. Bajamos por la Vía Perssio Flaco y de ahí pasamos por un arco desde el que se veía una panorámica preciosa, así que lo atravesamos y acabamos en las antiguas murallas con unas vistas de la parte baja del pueblo y los paisajes de colinas al fondo.

Recorrimos un pequeño tramo de las murallas y volvimos callejeando hacia el centro, pasando por el Palazzo Piti, la Casa-Torre de Toscano y la Chiesa di San Michele. Desde allí continuamos por la calle Vía di Soto hasta otro punto panorámico que teníamos anotado, la Piazza XX Settembre, donde nos acompañó en nuestro reportaje fotográfico un gato romano bastante rollizo.
Queríamos ver la Fortezza Medicea desde el Parco Pubblico Enrico Fiumi, pero no encontramos ningún acceso a ella. Como se empezaba a hacer tarde y queríamos continuar con la ruta, nos dirigimos al último punto de la visita, el mirador del Teatro Romano, o lo que quedaba de él (aunque reconstruyeron parte de las gradas y del escenario).
Antes de volver al aparcamiento, compramos un par de morteros de cocina de alabastro, ya que Volterra es mundialmente conocida por la elaboración de ese material. El pueblo nos gustó mucho, típicas calles y casas empedradas, rodeado de colinas y sin exceso de turismo, al menos ese día.


Pusimos rumbo a la siguiente parada, y a las afueras de Volterra vimos al lado de la carretera una escultura un poco absurda de una O gigante, llamada El anillo, obra del escultor Mauro Staccioli, oriundo de Volterra (como curiosidad, hay otra escultura igual del mismo autor en el puerto de montaña Ordino-Arcalís de Andorra).
Al llegar a San Gimignano, la cosa no tenía nada que ver con Volterra, había un montón de autobuses, gente y casi todos los aparcamientos llenos. Tuvimos suerte y encontramos un sitio en uno de ellos a la entrada del pueblo, el parcheggi Giubileo P1. Entramos al casco histórico por la Porta di San Giovanni y la calle principal iba a reventar, parecía una feria.

Antes de continuar el paseo por el pueblo, como teníamos un poco de hambre (desconsuelo como lo llama Antonio) nos metimos en una cafetería-pastelería de la calle de subida y nos tomamos un par de refrescos de cola y dos focaccias de jamón y queso.
Pasamos bajo el arco de la Torre dei Becci hasta la Piazza della Cisterna, de forma triangular, rodeada de palacios y torres con un pozo central (San Gimignano conserva 14 de las 72 torres que tenía en la Edad Media).
Fuimos hacia el norte, a la Piazza del Duomo y entramos al Palazzo Comunale para subir a la Torre Grossa, la más alta del pueblo y uno de los imprescindibles que ver y hacer en las Toscana. Las escaleras, con 217 escalones, son de rejilla metálica por lo que íbamos viendo los 54 metros de altura que tiene la torre mientras subíamos. Rafa estuvo a punto de dejar la subida a mitad de camino, pero al final pudieron más las ganas de ver el paisaje desde lo alto que el vértigo.
Desde arriba vimos la zona verde de la Reserva Natural de Castelvecchio y las otras 13 torres de la ciudad, entre ellas las torres gemelas de la Piazza delle Erbe (Torri di Salvucci). el mirador de esta torre sirve para hacerse una idea de la extensión y la orografía de la región.

Museo Civici y Torre Grossa
- Horario: todos los días de 10:00 a 18:00
- Entrada: 9€ (válida 48 horas para todos los museos de San Gimignano)
- El pase turístico San Gimignano Pass incluye el acceso al Musei Civici y al Complesso della Collegiata por 13€.

Antes de irnos dimos una vuelta por el Parco della Rocca, en lo alto de la colina, una antigua fortaleza militar que conserva parte de los muros y las torres defensivas. Desde una de ellas se podían ver las torres a medias (un pino enorme tapaba las demás).
Empeñados en hacer una foto panorámica del pueblo, cogimos el coche para buscar la zona con mejores vistas, perdimos un buen rato de la ruta, pero conseguimos meternos por un camino desde donde tuvimos las preciosas vistas al skyline de san Gimignano (tenéis aquí el punto exacto para la panorámica de San Gimignano), no nos extrañó que lo llamasen el «Manhattan medieval».


Llegamos a Colle di Val d’Elsa a las 15:00, se nos había echado el tiempo encima. Lo primero que hicimos fue buscar un sitio para comer. En la puerta de entrada al casco antiguo, encima de la colina, había un restaurante en una de las torres de la muralla, Portanova. Tenía muy buena pinta y unas mesas en la terraza en lo alto de la torre.
Pedimos un antipasto de sémola y prosciutto, pasta carbonara, ossobuco y un parfait de vainilla y chocolate. Nos bebimos 3 botellas de agua de litro, imaginad el calor que hacía. La comida nos costó 59€.

Se había hecho muy tarde y nos quedaba aún por ver Siena, así que dimos un muy corto paseo por Colle di Val d’Elsa y nos pusimos en ruta. Hicimos una breve parada en Monteriggioni para fotografiar su recinto circular amurallado y entramos a la autostrada.
Llegamos en 25 minutos hasta el parcheggio Santa Caterina, a 3 minutos caminado de las escaleras mecánicas que suben hasta el casco histórico. Caminamos hacia la Piazza San Giovanni para ver el baptisterio, con una hermosa fachada de mármol, y fuimos directos a la taquilla de la Piazza del Duomo a comprar las entradas para el Facciatone, la gran fachada de la nave inconclusa del Duomo Nuovo, que se intentó construir en el S.XIV tras la epidemia de peste, y que tiene un corredor superior con una terraza panorámica al que se puede acceder.
Hay que tener cuidado con el aparcamiento y por dónde se circula en todos los pueblos y ciudades de la Toscana. Sólo se permite el acceso al centro histórico y los recintos amurallados a los residentes y hay cámaras de tráfico que controlan la entrada de vehículos. Debéis ir con precaución para evitar posibles multas y utilizar los múltiples aparcamientos públicos que suele haber fuera de los recintos. Os lo explicamos con más detalle en la entrada cómo moverse en coche por la Toscana.

Hicimos unas cuantas fotos al Duomo, con su bonita fachada gótica y el campanile a franjas de mármol blanco y verde, y callejeamos por la ciudad hasta la Piazza del Campo, dominada por la gran Torre del Mangia del Palazzo Comunale. Aquí es donde se celebran las famosas carreras del Palio en julio y agosto. La plaza era muy curiosa, tenía forma de concha, con un característico pavimento de ladrillo rojo y estrías de mármol travertino que lo dividían en nueve triángulos que se abrían en abanico desde los pies de la torre.
Salimos por el Vicolo di San Pietro y recorrimos la via Banchi di Sopra hasta la Piazza Tolomei donde vimos una estatua de la luperca amantando a Rómulo y Remo y la Chiesa di San Christoforo.


Seguimos paseando por las calles medievales atestadas de turistas, intentamos desviarnos hacia la Via delle Terme, había menos gente, pero aun así demasiada para nosotros.
Volvimos a la catedral para subir al Facciatone, quedaba una hora para que cerrasen y queríamos subir lo más tarde posible para que el sol estuviese más bajo. Se accedía por el Museo dell’Opera, subiendo por unas escaleras anchas los primeros pisos y el último tramo, hacia la terraza exterior, por una escalera de caracol, de las más estrechas que habíamos visto.
Las vistas nos parecieron una preciosidad, sobre todo el sol ocultándose tras el campanilede la catedral. Aunque tenemos que confesar que Siena no nos resultó la ciudad más bonita de la zona, las vistas si fueron de las mejores.

Duomo di Siena / Facciatone
- Horario: Duomo de 10:30 a 18:00 / Museo y Facciatone de 10:00 a 19:00
- Entrada: Duomo 14€ / Museo dell’Opera y Facciatone 7€
- Dirección: Piazza del Duomo, 8
Tenéis toda la información actualizada en la web del Duomo di Siena.

Ya que pasear Siena con tanta gente nos había dejado un poco desilusionados, probamos a buscar un punto desde donde ver el perfil del casco antiguo con la catedral y la torre coronándolo. Tras investigar un poco en el mapa pensamos que lo mejor era acercarnos a la basílica de San Domenico, parecía haber un camino por detrás desde el que poder hacer la foto.
Nos costó unos 10 minutos llegar hasta allí, y gracias a ese paseo mejoró nuestra opinión de Siena. Al salir de la ruta turística, el ambiente mejoró mucho, había más locales que turistas, la zona seguía teniendo el encanto medieval de la ciudad y los comercios no sólo vendían souvenirs. Llegando a la basílica nos compramos uno de los helado más ricos de todo el viaje, por supuesto de amarena.

Cuando llegamos donde debería estar el camino que habíamos visto resultó haber una verja cerrada, había un pulsador para acceder con un cartel que decía que solo entrasen los miembros de alguna especie de asociación. El paso daba a un parque que debía pertenecer a los asociados, en ese momento salió una señora y nos dijo si queríamos pasar y sin dudarlo le dijimos que sí.
Hicimos las fotos tranquilamente, las vistas eran justo lo que queríamos, y además sin nadie alrededor, un gustazo.

Bajamos callejeando hasta el aparcamiento y emprendimos el camino de vuelta. Llegamos al hotel a las 20:30, todavía a tiempo de ver el atardecer sentados en la terraza.
Nos quedamos allí a cenar, no nos apetecía movernos más. Pedimos unas cervezas, un plato de cinghiale al vino tinto, pasta boloñesa y un café. La comida estaba buenísima y estuvimos alargando la sobremesa jugando con un enorme labrador blanco que estaba a nuestro lado. Era de unos turistas ingleses que estaban cenando en una mesa cercana. Al perro le caímos bien y se ponía todo el rato a nuestro lado.
Perro y dueños eran muy majos, pasamos un rato agradable antes de dormir. Nos retiramos pronto, al día siguiente tocaba madrugón para ir a Cinque Terre, una de las visitas que más ilusión nos hacia del viaje.
