Oporto día 2
São Bento · Mercado do Bolhão · Bodegas de Vila Nova de Gaia · Miradouros
22 DE JUNIO DE 2017
A las 9 nos dejaron el desayuno en la puerta de la habitación. Venía en una caja de madera con una botella de zumo de naranja recién exprimido, un termo con café, dos bricks de leche pequeños, 2 pastéis de nata, 3 panecillos para tostadas, 2 cruasanes, jamón y queso en lonchas, mantequilla y mermelada. No esperábamos algo tan completo trayéndolo de fuera, desayunamos encantados.
Nuestra primera visita fue a la estación de São Bento (uno de los imprescindibles que ver en Oporto). Nos recordó a la de Valencia (salvando las distancias) por el decorado de azulejos en el vestíbulo, veinte mil piezas que representan momentos de la historia de Portugal.

Continuamos por la Avenida dos Aliados hasta el Mercado do Bolhão, otro de los imprescindibles que ver en Oporto. El edificio del mercado, construido en 1839, necesita una renovación urgente. Tiene cierto encanto decadente y el producto que ofrecen los puestos es magnífico, pero hay zonas donde está literalmente en ruinas. Ese día el olor a las cientos de macetas de manjerico (albahaca), que los portuenses regalan para su fiesta grande, envolvía todo el mercado.
La mayoría de puestos de verdura estaban cortando la col gallega (también llamada berza o col portuguesa) muy fina con una especie de mandolinas gigantes y la vendían al peso. Se usa para el caldo verde, casi considerado el plato nacional, es lo primero que se cena la noche de São João, seguido de sardinas o carne a la brasa y ensalada de pimientos.

Un poco más arriba de la puerta principal del mercado esta la tienda A Pérola do Bolhão, con su preciosa fachada Art Nouveau, ofrece multitud de productos gourmet portugueses. Continuamos nuestro paseo por la Rua Santa Caterina, una de las más comerciales de la ciudad, donde encontramos una tienda de artesanía con unos productos chulísimos. Allí compramos unos imanes como souvenir y para regalar a la familia.
Llegando a la Praça da Batalha, en la esquina de Rua de Santa Catarina con la Rua 31 de Janeiro, nos detuvimos a hacer unas fotos de la calle y la Torre dos Clérigos al fondo. Una foto que os recomendamos, es una forma de «darle la vuelta al icono» (como dice @jackierueda la profesora de fotografía preferida de Rafa), así no tendréis la foto de la torre que tiene todo el mundo.

Tanto la Iglesia de San Ildefonso como Batalha nos gustaron más que la noche anterior, la luz del sol hace mucho para los sitios un tanto descuidados (por no decir ruinosos). Bajamos callejeando por detrás del Teatro Nacional de São João hasta la catedral, desde el Terreiro da Sé teníamos una muy buena panorámica de Oporto.
Decidimos cruzar el puente de nuevo por el nivel superior, con las impresionantes vistas de la ciudad y el río, pero el día no acompañaba para nuestras fotos. Continuamos por el Miradouro da Ribeira y el del Teleférico de Gaia, y ya que estábamos allí, nos montamos en él para bajar hasta la orilla de Vila Nova de Gaia.

Teleférico de Gaia
- Horario:
- Mayo a Junio de 10:00 a 18:00 de lunes a viernes y de 10:00 a 19:00 sábados, domingos y festivosh-18h de Lunes a Viernes
- Julio a Septiembre de 10:00 a 19:00 todos los días
- Octubre a Diciembre de 10:00 a 18:00 todos los días
- Entrada: Ida 6€ / Ida y Vuelta 9€
Las vistas desde el teléferico nos encantaron, pudimos ver las principales bodegas desde arriba y la panorámica de Ribeira por un lado y de Gaia por el otro. La zona estaba bastante animada, estaban preparando los escenarios para las verbenas de San Juan y haciendo las pruebas de sonido, lo que resultaba un poco molesto porque el volumen lo tenían al máximo y retumbaba dentro de la cabina.
Llegamos a las bodegas Ferreira para visitarlas, pero la próxima visita en español era a las 16:00. Reservamos dos plazas y nos metimos a callejear por Vila Nova.

Con la entrada al teleférico nos habían dado dos copas gratuitas de vino en la Quinta de Santa Eufémia, a 5 minutos caminando. Nos acercamos y el recinto de la bodega que se puede visitar era muy chulo, nos hicimos unas fotos en unos barriles cortados por la mitad y subimos a por nuestra copa de vino.
La zona de cata tenía mesas altas con banquetas que daban a unos ventanales con vistas al barrio. Como había poca gente pudimos sentarnos junto a la ventana con una brisa muy agradable. Daban a elegir entre vino blanco o rubí y cada uno cogió de una variedad para probar las dos (en la entrada qué comer en Oporto tenéis toda la información sobre la producción del vinho do Porto y las catas en las bodegas).

Al salir recorrimos un poco toda la zona, que está llena de bodegas, y nos encontramos con una escultura hecha con chatarra del artista Bordalo II, un conejo enorme ocupando la esquina de un edificio. Era la primera que veíamos una obra suya (un par de años más tarde veríamos alguna creación más en nuestra visita a Lisboa).
Volvimos por el paseo de Vila Nova a orillas del río, repleto de gente paseando y con las terrazas a reventar, se notaba que ya había salido el sol. Las vistas de Oporto y del puente desde este lado eran espectaculares. Además, el río lleno de rabelos le daba mucho encanto, volveríamos esa tarde para ver la puesta de sol desde allí si no se nublaba de nuevo.

Cruzamos el puente Luís I, esta vez por el nivel inferior y atravesamos el túnel hasta llegar al corazón de Ribeira. Decidimos comer en un sitio que tenía muy buena pinta y con un nombre muy típico de Oporto, São João da Ribeira. No había mucha gente y nos sentamos enseguida.
Pedimos un carpaccio de polvo (pulpo), camarãos do alho (gambas al ajillo), bacalhau a fumo, bacalhau confitado, delicia de chocolate, todo acompañado de un vinho verde (albarinho-trajadura). La cuenta subió a 90€, pero los pagamos encantados, no nos privamos de nada y, además, los camareros fueron extremadamente amables y la comida estaba deliciosa.

Cuando salimos del restaurante, vimos que el cielo está completamente azul, y aprovechamos para ir callejeando por Ribeira hacia los miradouros del Convento dos Grilos y de la Rua das Aldas, los dos alrededor de la Igreja de São Lourenço. Nos tocó subir alguna cuesta y escalinata con el estómago lleno, pero las vistas nos recompensaron.

Como somos así de frikis con las fotos y no nos había gustado mucho la panorámica desde la catedral con el cielo nublado, volvimos allí y esta vez sí que quedó perfecta, con todos los tejados y fachadas iluminados por el sol.
Los vecinos de las calles bajo la catedral ya habían empezado a celebrar la fiesta de San Juan y nos amenizaron la sesión de fotos con música.


Como no hay dos sin tres, volvimos a cruzar por tercera vez el puente disfrutando de la panorámica con la luz del sol y haciendo miles de fotos desde el puente, desde el mirador del teleférico, en cualquier sitio que hubiese un rayo de sol.
Callejeamos hasta la orilla del río y nos sentamos en un banco en forma de barco a ver los rabelos, el puente y la animadísima vida que tenía la zona en esos momentos. Estábamos encantados.


A las 16:00 ya llevábamos 10 minutos en la bodega Ferreira. La visita empezó muy puntual. Éramos unas 10 personas y la guía. Nos enseñaron los procesos de elaboración, y los distintos tipos de vino de Oporto de una manera muy clara y amena.
Nos gustó mucho la visita y, sobre todo, acabarla con una cata de las distintas variedades. Nos tomamos un blanco y un rubí cada uno, que nos subieron bastante a pesar de la comilona que nos habíamos metido. Echamos de menos un picoteo como suelen hacer en las bodegas de España.
Bodega Ferreira
- Horario: de 10:00 a 12:30 y de 14:00 a 18:00
- Entrada: la visita básica cuesta 14€
- Cómo llegar: parada Largo da Cruz de los buses 901 y 906 o en el teleférico de Gaia

Volvimos al paseo del río y decidimos subir al nivel superior del puente en el teleférico de Gaia, además, ahora las vistas ganarían con el solazo que estaba haciendo. Al otro lado del puente pudimos ver la Muralha Fernandina da Sé junto a las vías del funicular dos Guindais que une Ribeira con Batalha.
Nos fuimos al hotel a descansar un rato, porque no habíamos parado en todo el día de subir y bajar las callejuelas de la ciudad y de cruzar de un lado a otro del río Douro. Al final nos quedamos dormidos y nos echamos una buena siesta reconfortante de casi una 1 hora.

Una vez recuperados, nos dirigimos hacia la Torre dos Clérigos, aunque por las horas que eran, ya no llegábamos a tiempo para subir (dejaríamos la entrada para otro día). La imagen de la torre de 75 metros iluminada por el sol con el cielo azul y las fachadas de colores que la rodean era preciosa.
Nos acercamos al Miradouro da Vitória, desde donde también había una panorámica espectacular de la ciudad y el río (este día la cosa iba de miradores). Desde allí tuvimos una buena vista de la catedral con Ribeira a sus pies, y aún mejor con la luz que había a esa hora de la tarde.

Torre dos Clérigos
- Horario: Todos los días de 9:00 a 19:00 (en algunas épocas hay un acceso nocturno de 19:00 a 21:00)
- Entrada: diurna 6€ / nocturna 5€
- Cómo llegar: Tranvía 22 (parada Clérigos) y autobuses 301, 305 y 801 (paradas Praça da Liberdade y Cordoaria).

Aprovechando que todavía quedaba algo de sol, nos acercamos al parque Praça de Lisboa, a los pies de la torre. Nos sentamos en la terraza del chiringuito Base Porto, era el momento perfecto para una cerveza al atardecer. Pedimos dos Superbock y, como estaban promocionando cucuruchos de Cornetto, nos regalaron dos de fresa. No le pegaban a la cerveza, ni estaban muy buenos, pero nos los comimos.
Fuimos al hotel a coger unos jerséis y volvimos a cruzar el puente para ver atardecer sobre la ciudad y hacer una fotos del puente iluminado en el crepúsculo (en fotografía se llama la hora azul porque el cielo está azul intenso y ya se aprecian las luces de los edificios). Pudimos hacer la composición que queríamos: el puente, los rabelos y la orilla del río.


Rafa había reservado, a través de una app, en Tábua Rasa, en una paralela a la Av Aliados. Teníamos un buen trecho que recorrer, lo hicimos caminando y tuvimos que apretar el paso porque estábamos a 2 km del restaurante.
A las 22:30 entrábamos al local, un sitio muy chulo, con un mostrador en la entrada donde se puede comprar el producto para llevar o ver lo que quieres pedir. La especialidad son las tablas de embutidos y quesos y las conservas. Pedimos una tábua grande mixta, alheira de vinhais, chouriço de porco preto con vinho, un vinho verde y de postre una tarta de queso y salami de chocolate. Nos costó 71’10€ y salimos rodando.
La camarera era simpatiquísima, estuvo hablando con nosotros en «portuñol», explicándonos lo que teníamos que hacer la noche de São João para disfrutarlo como los tripeiros (portuenses): beber, bailar y llevar un martillo de feria (esto os lo contaremos bien en la siguiente entrada). Les compramos unas conservas de José Gourmet de atún, caballa y pulpo.

Como teníamos el estómago lleno, decidimos bajar hacia Ribeira y pasar por el túnel hasta el puente (de nuevo) y cruzar a Vila Nova para hacer más fotos de la ciudad y el río de noche (escribiendo esto nos damos cuenta lo «chalaos» que estamos).
Era la una de la mañana y nuestros cuerpos necesitaban un descanso, no habíamos parado en todos el día, más que un ratito de siesta, y caímos rendidos en la cama.
