Oporto día 1
Llegada a Oporto · Ponte Luís I · Vila Nova de Gaia · Ribeira· Batalha
21 DE JUNIO DE 2017
Este viaje no empezaba en el AVE a Madrid, como la mayoría que hacemos. Había vuelo directo de Valencia a Oporto con Ryanair. Odiamos esa compañía, pero para vuelos de menos de 2 horas aguantamos el trato pésimo que ofrecen.
A las 13:45 nos dejaba en el aeropuerto Merche, la hermana de Rafa, que se había ofrecido a llevarnos, más rápido imposible (¡gracias!). Facturamos las maletas para no tener que pelearnos en el avión. Aunque llevábamos priority no queríamos tener que estar pendientes de si cabían o no en los maleteros de la cabina. Pasamos el control bastante rápido, a pesar de que el del aeropuerto de Valencia es el peor gestionado de todos los que hemos pasado.
Nos sentamos en La Pausa Café a tomar un refresco mientras esperábamos y a las 16h ya estábamos sentados en nuestros asientos 1A y 1B, en primera fila, con las piernas estiradas y dispuestos a aguantar el vuelo de 1,5h hasta Oporto.

Aterrizamos a las 16:25 (en Portugal es una hora menos que en España) y en 25 minutos ya habíamos cogido las maletas y estábamos subidos en la línea E del metro (morada) en dirección al centro. Hicimos un transbordo en Trindade y bajamos en São Bento (os explicamos todas las opciones de traslado en la entrada sobre cómo ir del aeropuerto a Oporto). Al salir de la boca de metro, nos costó un poco orientarnos, pero llegamos bien al hotel Condes de Azevedo Palace Apartments. Nos dieron un apartamento dúplex en la planta baja, muy chulo, con unos ventanales enormes.
En la planta de acceso tenía un salón con un sofá y sillones, una gran tele, equipo de música, un baño completo y, unos escalones más abajo, una cocina completa con mesa de comedor. Unas escaleras llevaban a la parte de arriba, con una gran cama de matrimonio, otra tele y otro baño completo. El hotel ofrecía el desayuno, no incluido en el precio. Lo traían de un local externo y te lo llevaban a la habitación. En ese momento encargamos el del día siguiente.

Nos fuimos a pasear por los alrededores. El hotel estaba en Ribeira al oeste del puente Luíz I, junto al acceso del funicular dos Guindais. Lo primero que hicimos fue acercarnos al puente, a menos de 2 minutos del hotel, uno de los imprescindibles que ver y hacer en Oporto. Las vistas del río y los barrios de Ribeira y Gaia en cada orilla eran magníficas, a pesar de que el cielo estaba nublado.
Cruzamos por el nivel superior del puente hasta el mirador del Teleférico de Gaia desde donde hicimos un millón de fotos, y bajamos callejeando hasta la base, por donde volvimos a cruzar a Ribeira.


Recorrimos el paseo a orillas del río, que a esas horas estaba muy animado. Las terrazas estaban a reventar y decidimos tomarnos un par de helados de stracciatella y limão, disfrutando del ambiente y de las vistas. Ribeira es uno de los barrios más antiguos de la ciudad lleno de callejuelas adoquinadas que acaban en el río repleto de rabelos. Conserva muchas casas típicas, con los balcones llenos de ropa tendida y las fachadas de colores.
Los rabelos son los típicos barcos del Duero que se encargaban tradicionalmente de transportar las barricas del vino de Oporto desde el valle del Alto Douro, donde se cultivan los viñedos, hasta las bodegas de Vila Nova de Gaia, donde se almacenan para su posterior comercialización.
Subimos por Rua de São João hasta Mourinho da Silveira, más comercial. Allí entramos en una tienda de conservas muy chula, «Loja das conservas», y nos atendió una chica majísima que era igual que Maria de Medeiros.

De vuelta al hotel recorrimos las callejuelas a los pies de la catedral, donde vimos que todo estaba decorado con banderines de colores y farolillos. Estaban preparándose para la fiesta más importante de la ciudad, la noche de São João. A pesar de ser una zona muy céntrica, parecía que estuviéramos en un pueblecito, con los niños correteando por las calles, las señoras tendiendo la ropa y los ancianos charlando en las puertas.
Ya era la hora de cenar y decidimos ir al restaurante que presumía de tener la mejor francesinha de la ciudad, o una de las mejores, Café Santiago. El sitio estaba a reventar y tuvimos que esperar un poco para que nos sentaran. Pedimos dos cervezas SuperBock para hacer la espera más amena.
Como hacía buen tiempo y se quedó una mesa libre en la terraza, nos la ofrecieron y nos sentamos sin pensárnoslo dos veces. Pedimos dos francesinhas con dos cervezas más. Estaba buenísima, eso sí, era una bomba calórica, con ternera, mortadela, salchicha, chorizo, huevo, salsa de queso y cerveza y un montón de patatas fritas como acompañamiento (os dejamos más recomendaciones en la entrada qué comer en Oporto y dónde).

Con el estómago a reventar, decidimos dar un paseo nocturno por el centro. Hay algún pinta paseando por ahí y algún que otro borracho que ha adelantado la celebración de las fiestas, pero inofensivos. Pasamos por la Igreja de Santo Ildefonso, con unas escalinatas y la fachada decorada con paneles de azulejos azules ilustrando la vida del santo, muy típicos de los templos de toda la ciudad.
Pasamos por la Praça da Batalha, presidida por el Teatro Nacional de São João y atravesada por el mítico tranvía 22. A esas horas aún hacía calor y había gente descalza remojando los pies en la fuente, lo que os decíamos, parecía un pueblo.
Después de un rato sentados en un banco de la Av. Aliados nos fuimos de vuelta al hotel, pasamos por el puente de nuevo para hacer fotos de las vistas nocturnas y nos fuimos a descansar. Habíamos aprovechado bien la primera tarde en la ciudad.

