Islandia día 14
Círculo Dorado
PARQUE NACIONAL THINGVELLIR – GÉISERES (GEYSIR Y STROKKUR) – GULLFOSS – CRÁTER KERIÐ – REYKJAVÍK – HOTEL FRÓN
6 DE JUNIO DE 2019
A las 6:15 de la mañana estábamos desayunando en el hotel. El buffet era bastante variado y a esas horas no había nadie. Cargamos bien las pilas y cogimos el coche en dirección al Círculo Dorado (uno de los imprescindibles que ver en Islandia).
Lo primero que queríamos ver era Thingvellir y habíamos leído que se llenaba desde primera hora, por lo que necesitábamos llegar muy temprano para que no hubiese demasiada gente. Aparcábamos en el parking 1 (al lado del centro de visitantes) a las 7:15 y empezamos a recorrer el sendero que atraviesa el cañón.
Había dos coches aparcados a esas horas, pero tuvimos mucha suerte porque ya estaban recogiendo para irse (habían madrugado mucho más que nosotros), así que estuvimos solos casi todo el recorrido.

Bajamos la rampa por la que se entra al gran cañón Almannagjá, formado por la falla que separa Europa y América, y caminamos entre paredes de roca basáltica durante un buen rato. Luego el sendero se desvía por fuera del cañón hasta llegar a Oxárafoss, una cascada que desagua justo en medio del recorrido.
Continuamos hasta el final del cañón, donde el camino está empedrado, y llegamos a una zona llamada Langistígur, en el punto más alejado a nuestro aparcamiento. Allí se realizaban las primeras reuniones del parlamento islandés o Alþingi, el más antiguo de Europa. Es un área con mucho misticismo.

En este cañón se grabaron varias escenas de Juego de Tronos, serie que nos encanta. Rafa había buscado varias localizaciones de la serie por toda la isla. En una de ellas se había grabado una escena en la que Arya Stark y el Perro caminaban por un sendero empedrado. Teníamos la imagen de esa escena en el móvil y decidimos recrearla. Pasamos un rato divertido haciendo la foto más friky del viaje (menos mal que no había nadie para vernos).
Cuando llegamos al final del recorrido, subimos por el acceso al aparcamiento 3. Desde arriba se puede ver una panorámica de toda la grieta, una imagen increíble. Hicimos el camino inverso para llegar al coche antes de las 9 y así no tener que pagar por aparcar (los servicios del parque empezaban a esa hora).


Salimos del parque a las 8:45 por la carretera 36 y luego nos desviamos por la 365. Tardamos 50 minutos aproximadamente en llegar hasta Geysir, en la zona geotérmica de Haukadalur. Allí estaba todo preparado para el turismo, un par de enormes aparcamientos y un pequeño centro comercial.
Como llegamos pronto, había poca gente y el único autobús que había aparcado, ya estaba marchándose. Eso significaba que el géiser Strokkur hacía poco que había explotado por lo que nos quedaba un rato para poder verlo de nuevo en acción.
El géiser Strokkur es el más famoso de Islandia. Erupciona cada 4 a 8 minutos más o menos, con una altura media de 15 a 20 metros, llegando a veces a los 40 metros.

Recorrimos el sendero marcado bordeando pequeñas pozas burbujeantes hasta llegar al géiser. Nos preparamos para verlo en la mejor zona y así poder grabarlo y fotografiarlo tranquilamente.
Sorprendentemente ese día estaba bastante activo y en menos de 10 minutos hizo la explosión más grande que le vimos hacer en todo el día. Primero se formó una gran burbuja azul turquesa que creció hasta explotar lanzando una gran columna de agua hirviente. Fue impresionante.
Habíamos podido grabarla y estábamos encantados. Esperamos un rato mientras paseábamos por la zona y vimos varias erupciones más, aunque no tan impresionantes.

Diez kilómetros más arriba, por la misma carretera, está Gullfoss, una de las cascadas con más caudal, casi comparable a Dettifoss aunque con menos altura. Era otro de los puntos fuertes de la ruta por el Círculo Dorado.
Hay dos accesos para verla: uno desde arriba, donde se tiene una panorámica completa del río y la caída de agua; y otro más bajo, a la altura de la cascada, donde se ve mejor el salto de agua. La vimos desde los dos puntos, recorriendo todos los senderos, a pesar de que hacía muchísimo viento, sobre todo en el más alto. Incluso se veía una niebla espesa a lo lejos por la cantidad de arena que levantaba.
La cascada ya estaba a tope de turistas a esas horas. Al menos contamos 10 autobuses y un montón de coches, por lo que nos fuimos pronto en cuanto vimos todo bien. Tomamos dentro del coche un par de skyr y unas galletas que llevábamos y nos volvimos a la zona del géiser.

Esta vez había mucha más gente, pero como íbamos bien de tiempo queríamos ver la explosión desde arriba. Hay un sendero que sube la colina hacia el Geysir original, ya inactivo por culpa de las piedras y monedas que lanzaban los turistas para que reventase y que acabaron taponándolo. Vimos varias erupciones más del Strokkur desde arriba y otra desde el borde y nos dimos por satisfechos.
Cogimos el camino de vuelta para ver el cráter Keriđ, nuestra última parada cerrando el famoso Círculo Dorado. Allí nos decepcionó un poco el exceso de acondicionamiento: una caseta en la que cobran para entrar porque es una propiedad privada (400 ISK/2,90€), caminos con suelo allanado o con láminas de madera y unas escaleras para llegar abajo.
Es bonito, con tonos rojizos y un lago azulado en el fondo, pero pierde un poco la esencia de tierra salvaje que impresiona de Islandia (nos gustó más el cráter Viti del área de Krafla). Hicimos sólo medio camino del recorrido y volvimos a la capital siguiendo la carretera 35 y continuando por la R1 .

Al llegar a Reykjavík, ya era tarde para buscar sitio para comer y decidimos preguntar en el restaurante del hotel, Scandinavian Restaurant. El local estaba muy tranquilo y había un menú con buena pinta y muy bien de precio. Nos sentamos y pedimos dos sopas de verdura, un roastbeef, un bacalao al horno y agua del grifo. Nos costó 5750 ISK/41,38€. Sorprendentemente barato.
Descansamos un par de horas y a las 18 nos fuimos a ver la iglesia Hallgrímskirkja por dentro. El interior es muy sobrio y luminoso. En ese momento estaban afinando el gran órgano de 5275 tubos y el sonido era increíble.
La entrada a la iglesia es gratuita, pero para subir al campanario, de 73 metros de altura, tuvimos que pagar 1000 ISK/7,23€. En el último piso hay varias ventanas altas con un escalón de madera desde donde se pueden observar toda la ciudad, las montañas y el océano que la rodean.

Al bajar no pudimos resistir la tentación de probar otro perrito caliente en Reykjavík Street Dog. Esta vez fueron dos perritos con cebolla y salsa y dos refrescos Appelsin, por 1580 ISK/ 11,38 €.
Estuvimos paseando por el centro de camino al puerto pesquero, donde preguntamos en varias agencias sobre las excursiones para ver ballenas. Consultaron las previsiones meteorológicas y nos dijeron que al día siguiente se esperaba que el mar estuviese muy movido por lo que no creían que se fuesen a poder ver, pero hasta el último momento no se sabía. Era una lotería porque las ballenas podían aparecer o no, estuviese el mar en calma o movido.
Con estas razones, no nos convenció mucho. Sería la tercera excursión fallida para ver ballenas y preferimos no jugárnosla (está claro que lo nuestro no son los cetáceos ni en Noruega ni en Islandia). Mientras decidíamos qué hacer al día siguiente, seguimos recorriendo la zona del centro hasta la hora de cenar.
En el puerto, las agencias también ofrecen excursiones para ver frailecillos. En esta entrada os contamos Dónde ver frailecillos en Islandia.

A las 21 fuimos a Lækjarbrekka, un restaurante tradicional ubicado en una antigua granja en el centro de Reykjavík. Habíamos reservado por miedo a quedarnos sin mesa y habíamos acertado de nuevo. Estaba repleto de gente y a quién entraba a preguntar le decían que era imposible atenderles.
Tomamos uno de los menús que tenían en la carta: sopa de cigala de primero, trucha ártica a la brasa de segundo y una tarta de skyr y frutos rojos de postre. Con las dos cervezas que pedimos para beber subió a 15780 ISK/113,55€. Todo estaba riquísimo, pero el precio un poco elevado.
Subimos paseando al hotel viendo cómo se iban llenando los locales de copas, para ellos ya era hora de salir. Aunque el día siguiente iba a ser más tranquilo y no teníamos que madrugar, decidimos ir directos al hotel sin tomar nada y caímos rendidos en la cama.