Islandia día 10
De Hof a Vík í Mýrdal. Región sureste
KIRKJUGÓLF – CAMPOS DE LAVA ELDHRAUN – MÝRDALSSANDUR – VÍK – REYNISFJARA – REYNISDRANGAR – FARO Y ACANTILADOS DE DYRHÓLAEY – AVIÓN ESTRELLADO EN SOLHEIMASANDUR – VOLCANO HOTEL
2 DE JUNIO DE 2019
Después de desayunar y cargar de nuevo las maletas en el coche, salimos por la R1 rumbo al suroeste. Bordeamos una gigantesca lengua del glaciar Vatnajökull que se veía enorme a pesar de estar a varios kilómetros de distancia.
La primera parada que teníamos prevista era en Núpsstađur, una granja con tejados de turba a los pies de una ladera, pero al ser una propiedad privada (e imaginamos que hartos de los turistas) han cerrado el acceso y sólo pudimos verla a lo lejos y sacar alguna foto con el zoom de la cámara.
Pasamos por una pequeña aldea a pie de carretera sobre la que caía una cascada con poco caudal pero de gran altura, Foss á Siđu. No es gran cosa, pero el entorno es bonito y se ve sin necesidad de salir del coche.

Frente a la cascada, estaba Dverghamrar, una zona con paredes de columnas de basalto, pero la pasamos de largo porque en los días previos ya habíamos visto formaciones similares a ésta y nos parecía que no nos iba a aportar nada.
Nos desviamos a la derecha por la carretera 205 en una rotonda a la altura de Kirkjubæjarklaustur (impronunciable), y a menos de 1 km había un pequeño aparcamiento delante de una verja que accedía a un sendero entre prados. Había un montón de ovejas pastando y descansando al sol que posaron para nosotros.
Al final del camino estaba Kirkjugölf, una formación de columnas de basalto que en lugar de estar en una pared vertical, están a ras de suelo debido a la erosión, con un aspecto de suelo empedrado que se asemeja al de una iglesia (de ahí el nombre). Nos pareció muy curioso, sobre todo sabiendo que es obra de la naturaleza.

Al salir del pueblo, a mano derecha se veía una cascada doble muy chula que se desliza ladera abajo, Systrafoss o cascada de las hermanas. Después de unos 4-5 km, tomamos el desvío a la carretera 206 que lleva al cañón Fjaðrárgljúfur, uno de los imprescindibles que ver en Islandia. Teníamos muchas ganas de verlo (como fieles seguidores de la serie «Juego de Tronos»), pero habíamos leído que en muchas ocasiones el acceso está cerrado por el mal estado del sendero debido al hielo o la lluvia.
Tuvimos suerte y estaba abierto. Comenzamos a subir por el sendero y las vistas eran espectaculares, con grandes cortados que se precipitan hasta el fondo del cañón, todo cubierto de vegetación y con varios miradores sobre los peñascos (han tenido que delimitar el sendero para preservar el entorno, pero aún así había gente que saltaba las vallas).
El ascenso no es muy complicado y en unos 20 minutos llegamos al final del recorrido, donde había un par de plataformas desde las que se tenían unas vistas muy chulas de las cascadas y de todo el cañón. Volvimos al coche encantados, nos pareció un lugar precioso, una visita imprescindible.

De regreso a la Ring Road, el paisaje fue cambiando por completo. Durante muchos kilómetros atravesamos Eldhraun, una zona de extensos campos de lava cubiertos con un manto de musgo y líquenes. Era un paisaje sacado de otro planeta. Paramos a hacer algunas fotos y después de pasar Mýrdalssandur, una gran llanura de arena negra donde van desaguando las lenguas de los glaciares, llegamos al pueblo de Vík i Mýrdal.

Lo primero que hicimos fue subir a la iglesia, ubicada en lo alto del pueblo con unas vistas preciosas de Vík con los acantilados y los farallones de Reynisdrangar de fondo. Desde arriba vimos un punto al otro lado del que se debían tener buenas vistas del pueblo y la iglesia, que con su tejado rojo y su campanario hacían una imagen muy chula. Nos dirigimos hacia allí con el coche y al final dimos con él, en la zona más occidental al final de la calle Bakkabraut.

Cogimos la carretera bordeando la montaña hasta Reynisfjara, una playa de arena negra y rodeada de acantilados formados por columnas basálticas donde se han formado un par de cuevas. Debido a la forma poligonal del basalto, la cuevas parecen estar hechas de piezas de lego, con un techo escalonado que le dan un aspecto muy curioso.
Nos hicimos varias fotos sentados en los escalones que forman las columnas rotas en las paredes del acantilado y conseguimos sacar alguna de la cueva sin gente, es uno de esos lugares de Islandia donde los autobuses llegan casi hasta la playa, por lo que suele estar a tope.
Antonio se encontró un móvil perdido en la arena y fuimos a dejarlo, de camino al coche, en el bar que hay junto al aparcamiento. Al parecer, la dueña ya había preguntado por él. Nuestra buena obra del día.

La siguiente parada fue en Dyrhólaey, situado al otro extremo de la playa Reynisfjara. Sobre los acantilados hay un faro blanco y rojo desde donde se pueden ver una gran roca en forma de arco y la larguísima playa negra de Solheimafjara. El cielo estaba muy gris y le daba un aspecto siniestro a la playa.
Todo este promontorio es una zona donde anidan los frailecillos (podéis ver la entrada donde os contamos los mejores sitios para ver frailecillos en Islandia). Para preservar el hábitat de las aves, el acceso está prohibido en la época de cría, al amanecer y al atardecer, que justo son las mejores horas para verlos.
Como fuimos a mediodía, no llegamos a ver ninguno porque a esas horas los polluelos suelen estar metidos en los nidos y los adultos están en alta mar pescando. Con los prismáticos se les intuía flotando a lo lejos sobre las olas.

Esa noche dormiríamos en el Volcano Hotel, situado entre Dyrhólaey y Vík, de forma que tuvimos que retroceder un poco por la misma carretera para llegar. Era demasiado pronto para el check-in (en Islandia lo normal es que te dejen entrar a la habitación a partir de las 15:00-16:00), así que fuimos a comer a Vík, a un restaurante al que le habíamos echado el ojo al pasar por la mañana. Por fin comida recién preparada.
Comimos en The Soup Company. Sirven varios tipos de sopas y bocadillos o sandwiches calientes, te puedes servir pan con mantequilla de unas bandejas de la barra y pedir que te rellenen el plato de sopa. Pedimos una sopa de pollo mexicana, una sopa Red Hot Lava servida dentro de un pan de ceniza, y dos paninis de pesto y pollo, además del pan con mantequilla. El agua es gratis y puedes rellenar la jarra tanto como quieras. Pedimos en exceso y nos sobró un bocata entero. Les pedimos que nos lo pusiesen para llevar y lo aprovecharíamos en la cena. Todo nos costó 8060 ISK/59€.

De vuelta al hotel, paramos en un ensanche de la carretera desde donde había buenas vistas de todo el valle y justo al lado había una gran cascada de color marrón. Parecía barro, pero el color se debía a la gran cantidad de hierro del agua. Fuimos un reclamo, porque no había nadie cuando llegamos y, al vernos allí, otros turistas pararon a hacer fotos.
Nos dieron una habitación enorme con vistas a una ladera llena de ovejas. Dejamos las maletas y tras descansar un poco, decidimos ir al avión DC-3 estrellado en 1973 en Solheimasandur. Para llegar hasta él tuvimos que aparcar al lado de la Ring Road y caminar 4 km por un camino de grava. Como habíamos comido bien, fuimos bastante ligeros y en 40 minutos ya estábamos allí.
El avión estrellado se encuentra en una propiedad privada y actualmente no está permitido el acceso en coche. Hay un aparcamiento a pie de carretera del que parte un camino de 4 km. Para el que no quiera caminar, hay un servicio de traslado en autobús por 2500 ISK ida y vuelta con salidas cada 45 minutos de 10 a 17:55 desde el aparcamiento (podéis reservar y ver toda la información del The Plane Wreck Shuttle en su web; también podéis contratar una excursión en quad con Iceland Mountain Guide).
Mientras estuvimos allí no hubieron más de 7-8 personas. Algunos iban y volvían rápido haciendo sólo una foto (increíble después de la caminata) y otros, como nosotros, estuvieron allí un buen rato disfrutando. En casi 1 hora y media que permanecimos haciendo fotos, todo el mundo fue muy amable y nos estuvimos turnando para que el que se hiciese la foto pudiese salir sin nadie más. A excepción de una pareja de turistas chinos que llegaron y se pusieron en medio de todos, Rafa no se aguantó y les dijo que fuesen educados y guardasen su turno como los demás, les dio tanta vergüenza que les llamasen la atención que se fueron.
Nos hicimos fotos hasta cansarnos, la imagen del avión en mitad del páramo es una pasada. La única pena que nos daba es que el cielo estaba completamente encapotado. Hicimos el camino de vuelta casi más rápido que el de ida y decidimos que había llegado el momento de pegarle una limpiada al coche. Tenía tanto barro acumulado que parecía abandonado.
En Vík encontramos un lavadero gratuito junto al centro comercial IceCave. No era más que una manguera y un cepillo sobre un enrejado de desagüe, pero fue suficiente para que el coche estuviese más presentable.
Cenamos en la habitación del hotel el bocata que había sobrado del mediodía, un poco de jamón ibérico que nos quedaba, alguna cosa de picar y un skyr. Comprobamos la previsión del tiempo del día siguiente y se suponía que iba a hacer muy bueno. Pusimos el despertador a un hora intempestiva porque queríamos ver Skógafoss lo más vacía y tranquila posible y teníamos entendido que se llenaba desde bien temprano.
