Tanzania día 8
Cueva de los Elefantes · Cafetal · Lago Manyara
20 de marzo de 2023
Habíamos podido dormir un poco más que el día anterior. Quedamos para desayunar a las 7:30 y una hora más tarde estábamos en una de las puertas del parque del Ngorongoro que lleva a la Cueva de los Elefantes, habiendo hecho una parada muy corta, ni nos bajamos del coche, para avisar al cafetal que iríamos en un rato a visitarlos.
A Dani le sorprendió ver la barrera cerrada y un coche esperando fuera. Al preguntar le dijeron que no localizaban a los rangers y no había ido nadie a abrir. Él, que había sido ranger, estaba cabreado porque no cumpliesen los horarios, llamó al jefe de rangers de la zona y en menos de diez minutos estaban allí pidiendo disculpas.
Subimos hasta la caseta de vigilancia al comienzo del sendero y nos fuimos caminando acompañados de un guía (que nos iba hablando de la vegetación y curiosidades sobre la zona y los animales que vivían cerca) y de un ranger armado (la primera arma que veíamos en el país, al llegar pensábamos que en cada hotel y zona del Serengeti estarían armados para ahuyentar animales, pero no fue así).

La caminata duró unos cuarenta minutos durante los cuales el guía nos fue señalando las huellas por donde habían pasado los elefantes, ramas de árboles arrancadas y otras marcas en las paredes del camino donde habían sacado minerales.
La cueva, que en ese momento estaba medio derrumbada, se va formando por el desgaste que van haciendo los elefantes para sacar el mineral que se van comiendo para tener los nutrientes necesarios para vivir. Como el terreno es arcilloso, cuando es profundo y hay lluvias puede ir derrumbándose el voladizo superior.
Subimos por la parte donde los animales escarban, viendo los grandes surcos que dejan con los colmillos. Esperamos un rato por si aparecía algún elefante pero al parecer no era buena hora y decidimos continuar hacia una cascada que hay en el camino de regreso.

El desvío hacia la cascada es todo hacia abajo, con cuestas y escalones de piedra durante unos quince minutos. Era una cascada rodeada de selva con tres caídas de agua y sus respectivas pozas, no era espectacular en cuanto al tamaño y fuerza del agua pero sí por el enclave donde estaba.
Hicimos unas (muchas) fotos y vídeos y emprendimos el camino de vuelta, esta vez cuesta arriba, que nos llevó un buen rato, más que para bajar. Fueron un par de horas en total, y se hicieron bastante amenas gracias a lo que nos iban contando por el camino.

Varios de nosotros decidimos ir caminando hasta el cafetal de Baba Safari (Philipo Coffee Farm) que estaba a no más de un kilómetro. Al llegar había ya algún grupo visitándolo, pero nos estaban esperando y nos habían puesto en una zona apartada.
El chico que nos dió la explicación de cómo trabajaban, se presentó y nos explico el proceso de cultivo de las plantas de café, tenían varias en varios momentos de crecimiento que nos ayudó a entender el proceso. Nos enseñó la zona de fermentación sobre la que había una gran caja que albergaba los panales de las abejas que ellos cuidan y protegen para favorecer la polinización, es un tipo de abeja autóctona muy poco agresiva y que además produce una miel excelente.
Nos mostró el proceso de secado y descascarillado. Nos resultó muy curioso que todo era manual y que mientras hacen los trabajos más pesados cantan unas canciones para animarse a continuar, muy parecidas a las de los Datoga que habíamos conocido el día anterior.

Nos dejó probar a descascarillar con él, metiendo un par de kilos de café en un gran mortero de madera y alternándose dos personas con dos largas varas a modo de batanes para ir rompiendo la cáscara del grano de café. Luego los separan aventando como antiguamente se separaba el trigo del salvado, y por último los tuestan.
También nos animó a participar en el tostado, que lo hacen en tubos de hierro agujereados que ruedan sobre dos ejes encima de las ascuas en una brasa. Tienen medidos los segundos que deben estar al fuego sin parar de rodar el cilindro para que no se queme y quede el grado de tostado que se quiera según el gusto y el tipo de café.
Por último, nos dieron un par de tazas de café recién hecho y nos preguntaron si queríamos comprar alguna bolsa. Nos había gustado tanto el proceso y el sabor del café que salimos de allí con cinco kilos cada uno. En realidad no los llevábamos encima ya que tenían que prepararlos (no se esperaban esa venta) y se ofrecieron a llevárnoslo al hotel mientras comíamos. Además, el chico que nos dio la explicación fue muy amable y, como Rafa se había interesado en el proceso y le había preguntado si uno de sus granos crecería en nuestro país, le regaló un bolsa con un buen puñado de granos verdes para que lo intentase.

Volvimos al Karatu Safari Camp Lodge a recoger el equipaje y comer. Nos hicieron unas pizzas espectaculares, patatas bravas, una ensalada de col y otra con verduras frescas y aguacate, el postre como siempre fue fruta en su punto de maduración y nos sacaron las cervezas más frías, si cabe, que el resto de días. Se despidieron de nosotros y nos fuimos a la siguiente parada que Yolanda y Dani no habían querido desvelar, querían sorprendernos.
Cuando llegamos al siguiente hotel, a media hora de allí, era un Camp Lodge en un recinto cerrado, todo de césped y una piscina infinity bajo un baobab con unas vistas espectaculares del lago Manyara. Todo un acierto para despedirnos de Tanzania.
Nos dieron nuestras tiendas, con el mismo reparto que en el Serengeti, y nos enseñaron dónde estaban los baños y las duchas. Nos cambiamos rápidamente y nos fuimos directos a la piscina, pedimos un par de rondas de cervezas mientras nos bañábamos y hacíamos un poco el idiota.
Vimos como desde el lago se acercaba una gran nubarrón negrísimo que se puso a soltar un diluvio en cuanto llegó a nosotros. Nos tuvimos que refugiar en la terraza del bar-restaurante y seguimos tomando nuestras cervezas mientras unos jugaban a las cartas y otros arreglábamos fotos y escribíamos el diario del viaje.

Siguió bastante nublado toda la tarde pero dejó de llover y pudimos sentarnos bajo el baobab alrededor de la hoguera que habían encendido, a charlar y comentar las experiencias que habíamos vivido y cómo lo íbamos a echar de menos.
Nos sentamos a las 21:00 a cenar, la cena estaba incluida pero teníamos que elegir el segundo plato de la carta del restaurante. Nos pusieron de primero una crema de calabaza, la mayoría de segundos fueron unas hamburguesas muy ricas y alguno que pidió espagueti boloñesa, y de postre una tarta de leche condensada deliciosa, era el primer dulce que comíamos en todo el viaje.
Después de cenar seguimos unos con las cartas y otros alrededor de la hoguera hasta que se hizo muy tarde y decidimos ir a dormir.
