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Tanzania día 4

Parque Nacional del Serengeti

16 de marzo de 2023

Nos levantamos antes de hora para asegurarnos que todo estaba bien recogido en las mochilas y bajamos a esperar el desayuno de Muasity: chapatis finos y dulces, boniato cocido, una especie de masa de pan frita, buñuelos hechos con masa de ugali rellena de cebolleta, pan tostado y fruta. A partir de ese día ya no nos acompañaría, nos despedimos de ella y le regalamos un poco de embutido envasado al vacío que habíamos traído de España.

Teníamos una jornada dura, desde Lenana hasta la puerta de entrada al Serengeti serían 127km, mínimo dos horas y media, la idea era parar en el cráter del Ngorongoro, así que las tres horas no nos la quitaba nadie, y hasta el control de acceso 50km más, a partir de ahí se suponía que empezaba la parte chula del Serengeti.

A pesar de ser una camino largo y algo lento por el estado de las carreteras, el paisaje va cambiando mucho y se disfruta bastante. Además Dani iba explicándonos cosas que nos íbamos cruzando por el camino, lo que hacía el viaje más ameno.

Campamento masai en el Ngorongoro

La carretera bordea el norte del lago Manyara, pasando por Mto Wa Mbu, continua cruzando Karatu, donde empieza el ascenso hacia el cráter del Ngorongoro (que dejamos a la derecha), baja del volcán pasando cerca de Oldupai y atraviesa la puerta de entrada al Serengeti, en el cambio a la región de Simiyu.

El principio es una zona de miombo, terreno más polvoriento de color grisáceo, lleno de acacias, arbustos y zonas de pasto; cerca del lago se vuelve algo mas húmedo tipo manglar; la subida al cráter se vuelve verde intenso con vegetación de selva tropical y al bajar al Serengeti se ven grandes zonas de sabana, salpicada de pequeñas colinas. Un espectáculo recorrerlo del tirón y ver esos cambios tan contrastados.

Durante el trayecto vimos cosas tan curiosas como las colmenas colgando de las acacias, están puestas de esta manera para que el ratel o tejón de miel no pueda alcanzarlas. Está considerado uno de los animales más fieros del mundo ya que es capaz de enfrentarse a cualquier otro para conseguir alimento.

Pasamos por un par de asentamientos fijos masai, con la misma distribución que el que habíamos visitado pero de construcciones más robustas. Vimos búfalos machos solitarios (los más peligrosos) en las laderas del cráter del Ngorongoro, manadas de babuinos cruzando las carreteras para entrar a fincas de plataneras a robar fruta, y por fin llegamos al mirador del cráter. Aunque lo visitaríamos dos días después, las vistas nos parecieron maravillosas, es como ver un pequeño ecosistema encerrado en la caldera del volcán.

Vistas del cráter del Ngorongoro

Comimos en el control de acceso al Parque del Serengeti, pasados unos dieciocho kilómetros de la entrada al Serengeti. La caja de picnic era enorme, como cada día. Estuvimos un rato en la alto de la colina Naabi, disfrutando de las vistas de la sabana llena de ñus y cebras, se calculaban para ese año unos cuatro millones de ejemplares. Es increíble verlos a todos pastando.

A partir de ese punto comenzó el verdadero safari. Empezamos a ver esas manadas enormes de ñus, cebras y antílopes cruzando los caminos por los que circulábamos, hienas, un par de chacales, buitres, enormes avutardas y secretarias.

Gran migración desde Naabi Hil

A unos kilómetros de la entrada, cogimos un desvío hacia la derecha adentrándonos en la sabana. Pudimos ver un montículo de rocas de unos diez metros de alto llamadas kopjes. Con más broma que convencimiento comentamos que sería la roca perfecta para ver un león descansando. Al rodearla, Dani redujo la velocidad y todos nos callamos de golpe, expectantes, y de repente Antonio empezó a susurrar emocionado «león, león, un león!», efectivamente en lo alto de las rocas dormitaba un león. Estábamos pletóricos, pero conteniendo la emoción para no molestarlo. Sacamos un centenar de fotos del momento, como si con una no fuese suficiente, hasta que Dani vio a lo lejos otro macho tumbado sobre la hierba.

León dormido sobre un kopjes
León tumbado en la hierba en el Serengeti

Con el subidón de haber visto dos leones nada más llegar al Serengeti, la tarde solo podía ir a mejor. Recorrimos la parte sureste del parque, siempre rodeados de ñus y cebras, algún búfalo, una charca repleta de hipopótamos poco sociables, vimos a lo lejos como dos guepardos cazaban una cría de ñu, y cuando empezó a atardecer pusimos rumbo hacia el Zawadi Camp, atravesando el final de una cadena montañosa al sur de la región de Mara.

Alojarte en un lodge en mitad del Serengeti es una de las experiencias más impactantes que hemos vivido, estar en medio de esa naturaleza salvaje sin más protección que la lona de la tienda de campaña, es increíble.

Los trabajadores del campamento nos recibieron con un zumo de frutas, nos explicaron algunas normas de seguridad y nos llevaron a nuestras tiendas. La nuestra tenía una enorme cama de matrimonio, un escritorio, una zona vestidor, en la parte de atrás un baño enorme, y un pequeño porche con hamacas.

Nos fuimos a la tienda central, que era a la vez zona de comedor y sala de estar con sofás. Además en la terraza tenía más sofás de cara a la sabana desde donde pudimos ver un atardecer increíble tomando una cerveza local.

Atardecer desde el Zawadi Camp en el Serengeti

La segunda ronda la tomamos alrededor de una hoguera que encendieron bajo una acacia, charlando con los compañeros del grupo de todo lo que habíamos visto hasta que nos llamaron para cenar. La cena estuvo muy bien, muy completa. Dani nos mandó dormir pronto ya que al día siguiente era importante salir al amanecer para ver la actividad de los animales a primera hora.

Dormimos bastante bien, aunque nos despertaron sonidos de animales que no pudimos identificar, de lo que eran nos enteramos a la mañana siguiente…

Carpa principal del Zawadi Serengeti Camp

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