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Tanzania día 1

Vuelo Madrid-Doha-Kilimanjaro · Arusha · Lago Duluti

12-13 de marzo de 2023

[Veréis que es un viaje en el que nos alargamos más que en otros contando los días, la razón es que le tenemos un cariño especial a las anécdotas del viaje y no queremos que se nos pase nada]

¡Emoción, intriga y dolor de barriga! Eso es lo que sentíamos esa mañana a las 6:30 cuando nos levantamos, sin casi haber pegado ojo por los nervios. Primer viaje al África Subsahariana, primer viaje en grupo, primer viaje sin haberlo organizado nosotros (con lo obsesivos que somos al prepararlos), primer viaje con una mochila a cuestas y espacio reducido… Estábamos «acongojados» (por si Google nos penaliza por decir palabrotas).

Aún así eran emociones que nos hacían sonreír, era un viaje con el que habíamos soñado durante mucho tiempo, con trece años Rafa ya tenía carpetas con recortes de safaris en el Serengeti. Pues allí estábamos con la espalda soportando el peso y de camino a la estación del AVE en Valencia. Desayunamos en la misma estación, es una tradición que tenemos cuando salimos muy temprano, desayunar de camino.

El tren salió a las 7:50, con un par de borrachos que venían de las fiestas prefallas pero que se bajaron en Cuenca para alivio de todos, iban hablando demasiado alto y con una peste a alcohol que echaba para atrás.

En el andén de cercanías de Barajas recogimos a Javi, uno de los 6 compañeros de viaje que tendríamos. No nos conocíamos más que de un par de videoconferencias por Zoom.

Nos fuimos los tres juntos hacia la zona de facturación y allí nos juntamos con Ana Belén y Germán, faltaban Yolanda (@mochiladesabores, la organizadora y responsable de liarnos a los demás en esta aventura), Nico (el padre de Yolanda) y Rocío.

Como ellos parecía que iban a llegar con el tiempo justo y nosotros nos conocemos bastante bien la T4, decidimos que era mejor ir adelantando, Antonio hizo el check-in online rápidamente para los que ya estábamos allí y así poder pasar por la ventanilla de drop-off de Qatar Airways, mientras Rafa ayudaba a preparar un poco las maletas para ir facturándolas rápidamente.

Encuentro en la Terminal 4 del Aeropuerto de Barajas

Pasamos el arco de seguridad, en este punto siempre ponemos que lo pasamos muy rápido pero claro, esta vez no íbamos solos. A uno de los compañeros se le olvidó que la mochila que llevaba era la que usa para ir al campo y llevaba una navaja, para más inri era una navaja de la guardia civil y los de seguridad del aeropuerto se quedaron descolocados y no sabían si dejarle pasar con ella o no por si era guardia civil. Fue un momento gracioso, tuvo que volver para facturarla en las maletas de los que no habían llegado y nos retrasó un poco, pero no teníamos ninguna prisa. Íbamos sobrados de tiempo.

El vuelo despegó con unos minutos de retraso, pero como suele pasar en estos casos, llegó a tiempo a destino. Volar con una compañía con la categoría de Qatar es siempre muy agradable, tanto por el trato del personal de abordo como por los servicios que ofrecen, te dan de comer varias veces, puedes pedir la bebida que quieras, desde zumos o refrescos hasta cócteles o combinados con alcohol. Y las pantallas tienen una muy buena selección de películas y series para elegir.

Las seis horas hasta Doha se pasaron bastante rápido. El aeropuerto de escala nos dejó bastante decepcionados, pensábamos que con el flujo de vuelos que tiene sería un aeropuerto del estilo de Singapur o Frankfurt pero todos los vuelos que vimos dejaban a los pasajeros en pista y el cambio desde el avión a la terminal y viceversa se hace en autobuses, que tienen casi media hora de recorrido.

Eso sí, con tanto trajín la escala se pasó muy rápido y casi ni nos dio tiempo a ir al baño, no pudimos ni sentarnos. El segundo vuelo salió a la una de la mañana por lo que aprovechamos para dormir las seis horas del tirón y llegar más despejados a Arusha.

El aeropuerto de Kilimanjaro es muy pequeño, con una sola terminal y seis puertas de embarque. El avión aterriza prácticamente en la puerta de acceso a la terminal. Al entrar nos tomaron la temperatura de una manera un tanto aleatoria y nos fuimos directos a rellenar los papeles de inmigración, como ya sabemos que en estos aeropuertos no hay casi bolígrafos disponibles (a veces ninguno) nosotros llevábamos para todos y así pudimos hacerlo rápido (os dejamos más información en la entrada cómo llegar a Tanzania).

Lo que no fue tan rápido fue hacer la visa on arrival, cada uno tiene que pasar por 3 ventanillas donde los funcionarios se van pasando el pasaporte unos a otros para ir poniendo los cuños y las fechas, en vez de hacerlo todo el mismo, y al final tienes que ir a otra ventanilla a pagar y por fin pasar por la aduana y entregar todo lo que te dan. Todo bastante ineficiente pero que nos puso en contexto, estábamos en Tanzania y las cosas son lentas, polepole como dicen ellos en swahili (despacio).

Aeropuerto Internacional de Kilimanjaro en Arusha

Maletas recogidas y pasadas por un escáner al salir, otra anécdota más para añadir a las situaciones absurdas: una vez pasadas todas las maletas el chico de seguridad señala una de ellas (la de Antonio) porque dice que tiene algo que quiere revisar (en la imagen se veían latas), y deja que el resto se lleve las demás, nosotros le indicamos que la imagen del escáner no se corresponde con nuestra mochila pero insiste en que sí, la vaciamos se sorprende de no encontrar nada y nos dice, perdón es mi trabajo, y nos deja irnos. Eso sí fue muy amable, pero muy absurdo.

Por fin salimos y nuestro guía Dani de Small World of Travellers nos recoge en la puerta, nos presenta a la que sería nuestra cocinera en las primeras jornadas antes del Serengeti y nos preparan unos cafés y unas galletas en una picnic improvisado sobre el coche. Todo fueron risas, fotos y buen rollo, el viaje empezaba bien, cada uno ocupó un asiento en del coche, tal y como íbamos subiendo y se convirtieron en nuestros asientos para el resto del viaje, de forma tácita.

Café de bienvenida de Small World of Travellers

Ese buen rollo y esa actitud de «todo está bien» nos acompañó en todo momento, quizá por eso recordaremos este viaje de una forma especial. Dani es Masai, habla perfecto español e inglés, y fue ranger de los parques de Tanzania durante más de diez años, fue un privilegio que nos acompañase. Eso influyó mucho en ese «buenrrollismo» que lo invadió todo.

Al salir del aeropuerto hacía un día espectacular, totalmente despejado y pudimos ver el monte Kilimanjaro perfectamente. Recorrimos los cincuenta kilómetros que nos separaban de Arusha hasta el Outpost Lodge, un hotel pequeño rodeado de vegetación, con varias edificaciones de 3 ó 4 habitaciones cada una y una zona tras la recepción con piscina, restaurante y área de descanso con sillones, mesas, etc. (os dejamos nuestros alojamientos en la entrada Dónde dormir en Tanzania).

Tras asignar habitaciones fuimos directos a tomarnos la primera cerveza Kilimanjaro del viaje, no queríamos dormir para no marearnos con los horarios, lo único que hicimos fue refrescarnos un poco y descansar un par de horas en el bar. Un rato antes de comer nos fuimos al centro de Arusha a comprar las tarjetas SIM para poder tener datos durante el viaje, solemos recomendar las tarjetas de Holafly pero en este caso no es buena idea, tenéis la información en la guía de Tanzania

Vistas del Kilimanjaro desde la carretera al aeropuerto
Outpost Lodge Arusha

Dani nos llevó a comer en tuk-tuk, allí los usan mucho los locales que no tienen medio de transporte propio (la mayoría). Después de un rato divertido atravesando mercados locales con olor a pescado y plantaciones de plataneras, llegamos a Songota Falls Lodge, otro hotel más alejado de Arusha pero con unas vistas espectaculares a un valle.

Nos habían preparado una mesa con vistas, un zumo fresco de fruta tropical y comida típica tanzana: guiso de verduras, pollo asado, ensalada, pillaw, boniato asado y, de postre, fruta fresca (mirad nuestra entrada de Dónde comer en Tanzania). Al acabar nos tomamos el primer Africafé y serían muchos al final del viaje. En Tanzania tienen un café excelente pero que se exporta casi al cien por cien y los tanzanos se han acostumbrado a tomar ese café soluble como compensación.

Comida en Songota Falls Lodge

Había un par de columpios hechos con ruedas y como teníamos el cuerpo juguetón, hubo varios intentos de columpiarse con bastante éxito. De allí a la siguiente parada, el Lago Duluti, donde ya fuimos en el Toyota. Allí nos esperaba otro guía para hacer un recorrido a pie rodeando el lago. Dani nos explicó que subcontrata las actividades en vez de hacerlas todas él para diversificar las ganancias y va cambiando de restaurantes o guías con cada grupo que lleva por la misma razón.

El guía era muy simpático, como la mayoría de tanzanos que conocimos, Rafa había estado haciendo de intérprete en inglés para todo el mundo en el aeropuerto, sin darse mucha cuenta, y de repente se convirtió en el traductor del viaje, lo que era bastante gracioso y le permitió conocer un poco mejor a cada persona que nos cruzábamos.

El lago se recorría muy fácil, en no más de una hora y el guía nos fue explicando la flora y la fauna endémica de la zona. Se había empezado a cubrir el cielo y no pudimos tener las vistas del Monte Meru y del Kilimanjaro que se pueden ver desde allí pero tuvimos la suerte de ver dos monos Colobo Oriental negro y blanco, que no se ven muy a menudo. Son preciosos con un pelaje lacio y una cola larga y bicolor.

Colobo oriental negro y blanco
Lago Duluti

Empezaba a pesarnos el trayecto desde España, Dani se apiadó de nosotros y nos dejó en el hotel para descansar y vernos al día siguiente a las 7:30 de la mañana. En vez de irnos a la habitación coincidimos todos en la bar del hotel y nos tomamos unas cervezas mientras charlábamos y comentábamos el día, nos había impresionado mucho la gente del país, su amabilidad y su alegría, sobretodo la de los niños que nos saludaban por allí donde pasábamos aunque llevasen kilómetros caminados desde sus escuelas a sus casas. Estuvimos muy a gusto.

La cena estaba incluida y era a la carta pero habíamos comido mucho en los vuelos y a mediodía y con el cansancio teníamos poca hambre. Dejaron que Rafa eligiera unos platos para probar algo de la zona, ya que era el único que sabía lo que era cada cosa. Probamos unas samosas, queso a la plancha y una carne a la brasa con patatas fritas de guarnición. Todo nos supo a gloria y las cervezas que habíamos pedido por la mañana que metiesen en el congelador estaban fresquísimas, para qué pedir más.

Nos fuimos a dormir con la emoción de hacer el primer safari al día siguiente en el Tarangire National Park.

Niños volviendo a casa caminando a unos 3 kilómetros de la escuela

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