Tailandia y Singapur día 3
Bangkok día 3. Mercado del tren de Maeklong, mercado flotante de Damnoen Saduak, Chinatown y Phahurat
2 DE MARZO DE 2019
Tocaba madrugar. A las 6:15 sonó el despertador y teníamos el tiempo justo para arreglarnos y desayunar fuerte en el club lounge antes de que Natalia de la excursión con Mundo Nómada nos recogiera a las 7. Los camareros nos sorprendieron trayendo a la mesa los cafés y zumos que habíamos pedido el día anterior nada más sentarnos. Cogimos un buen surtido de embutido y tostadas, algunos dimsum de crema pastelera que estaban deliciosos y un yogurt con muesli para tener reservas, que por cierto, no nos hacían ninguna falta.
Salimos hacia Maeklong, al sudoeste de Bangkok, para ver el paso de los vagones sobre el mercado que montan en las vías. El tren llega y sale de la ciudad pasando sobre los puestos de comida. Nos contaron allí que los puestos siguen estando, a pesar de que se les ofreció trasladarse a un lugar más cómodo al construir la línea de ferrocarril, porque de esta forma los mercaderes pagan un impuesto muy bajo por «fastidiarles» la localización de los negocios.
Llegamos allí sobre las 8:10, son 90km desde Bangkok. El tren pasa varias veces al día pero cuánto más tarde, más gente hay y Natalia quería que lo viésemos bien, así que nos llevó entre callejuelas hasta un café con una barra que queda justo sobre las vías. Nos tomamos 3 capuchinos mientras esperábamos. Ella compró una bolsa de mangostán para que lo probásemos, tiene un sabor dulzón muy bueno.

A las 8:25 pasó el tren, a muy baja velocidad, mientras los comerciantes levantaban los toldos y apartaban cajas (y a los turistas que no les dejaban trabajar). Buena parte de la mercancía queda bajo el paso de los vagones, tienen medida la altura de los cajones para que pase justo por encima sin rozarlos. Nosotros pudimos verlo desde primera línea ya que delante del café solo hay dos puestos sin toldo que no tuvieron que moverse. La verdad es que es menos espectacular de lo que parece al leerlo, supongo que no querréis perdéroslo pero creemos que hay cosas mucho más chulas que visitar.
Una vez pasó el tren salimos pitando hacia el mercado flotante de Damnoen Saduak, también queríamos evitar allí las hordas de turistas que viajan en autobuses y para eso lo mejor es llegar pronto.
Paso del tren por Maeklong
A las 9 estábamos montando en un longtail, barcas de madera a motor con un timón largo unido a las hélices que pueden sacar del agua en zonas con poca profundidad o mucha vegetación, además lo usan como remo para impulsarse cuando están con el motor parado.
Nos hicieron un recorrido por los canales donde vive buena parte de la gente de la zona, lo que les permite moverse con las barcas hacia las plantaciones de mangos, cocos y orquídeas o ir al mercado a comprar o vender productos y comida. Es un paseo chulísimo, donde pudimos ver cómo están construidas las casas, nos encontramos con un par de enormes lagartos y vimos deliciosos mangos colgando de los árboles sobre el río.
De allí nos llevaron al mercado flotante donde cogimos otro longtail para recorrerlo y esto sí fue un gran error. Este mercado está actualmente enfocado al turismo casi exclusivamente, por lo que lo único que veréis son otras barcas llenas de turistas haciendo fotos y comprando souvenirs en los puestos, ya que es lo único que venden. Si algún día fue un mercado local de abastecimiento, no queda ya nada o casi nada de aquello. Nos bajamos de la barca bastante decepcionados y nos fuimos a recorrer las calles que bordean los canales en forma de voladizos de madera.

Si os alejáis del mercado siguiendo el río, llegaréis a una zona con comercios de verdad y donde todavía viven tailandeses. Pudimos ver varias barcas vendiendo productos básicos a los locales y nos tomamos un riquísimo helado de coco comprado en una de esas barcas sentados al borde de la plataforma. No había ni un solo turista, y claro, nos encantó. Aún así evitad este mercado, debe haber otros mucho menos turísticos. (Os dejamos un mapa de la zona)
Nos recogieron a las 11:00 para llevarnos de vuelta, Natalia como siempre encantadora, nos trajo unas tortitas de coco frito recién hechas para que las probásemos. El camino de vuelta pasa por una zona de salinas y quisimos parar en uno de los puestos de la carretera donde los tailandeses compran sal, pasta de gambas y unos salazones típicos de la zona. El conductor aprovechó para llevarse alguno a su casa.

Les pedimos que nos dejasen en Chinatown directamente y ahorrarnos el trayecto desde el hotel. Tras despedirnos de los dos y darles una buena propina (se lo curraron mucho) nos dispusimos a pasear por el barrio chino, uno de los más famosos del Sudeste Asiático y una de las zonas con más ambiente de la ciudad. El calor era insoportable a las 12:45, pero aun así ir a comer vale la pena ya que hay muchos callejones llenos de puestos y tan estrechos que no les da el sol, por lo que se podría decir que son «frescos».
Mientras paseábamos, vimos un par de templos budistas chinos, la gran pagoda dorada del Wat Traimit y fuimos entrando por los estrechos callejones del mercado de Talat Maj hasta que vimos un puesto que nos llamó la atención. Una señora cocinaba en un wok arroz frito con cerdo y huevo que tenía una pinta deliciosa. Pedimos dos platos por 120 baths/3,30€. No había bebida así que nos tomamos el agua que llevábamos nosotros.
Seguimos recorriendo el barrio en dirección a Yawarat Road, pasamos por Wat Mangkon Kamalawat, un gran templo que a esas horas estaba lleno de gente haciendo ofrendas y al salir a la calle principal nos dejó alucinados el caos de coches, gente cruzando y las fachadas llenas de carteles. Sin duda es nuestro barrio preferido.

Cogimos el metro en Hua Lampong para volver al hotel sobre las 15, necesitábamos un descanso. Un buen baño en la piscina y una hora de siesta reparadora fueron suficientes. A las 17 volvimos al BTS, y de ahí al barco para bajar en Rajinee. Teníamos marcado el punto desde donde queríamos hacer las fotos del atardecer sobre el Wat Arun (uno de los imprescindibles que ver en Tailandia). Es una embarcadero junto a un restaurante con terraza. Desde allí es lo más centrado que se puede ver el templo con los dos chedis de la entrada y el sol ocultándose por detrás. Pusimos la localización exacta en Instagram, con la etiqueta #watarunsunsetlocation.
Estuvimos un buen rato haciendo fotos y videos mientras contemplábamos el atardecer, sólo nos faltaron un par de cervezas frías para que fuese perfecto. Esperamos a que iluminasen el templo a las 18:30 y nos acercamos al hotel Arun Residence que tiene un bar con terraza (Amorosa Bar) desde el que se tienen buenas vistas, aunque menos centradas.


Queríamos cenar en Chinatown por lo que atravesamos caminando el barrio hindú de Phahurat que tiene también un mercado callejero pero ya estaba recogido. Por la noche Yawarat Road se llena de puestos de comida en una de sus aceras, incluso cortan parte del tráfico para que se pueda caminar por delante de ellos.
A esas horas el ambiente es muy animado y los carteles de los edificios están iluminados. ¿Os hemos dicho que es nuestro barrio preferido de Bangkok?
Dimos una vuelta y como ya estaban todos los puestos a tope, decidimos ir a uno de los que habíamos visto al principio de la calle, con menos gente. Cenamos un curry verde, un curry rojo de pollo y dos botellas de agua por 110 baths/2,77€. Buenísimos pero estuvimos sudando una hora por el picante y a Antonio se le durmieron la boca y el mentón. No apto para estómagos delicados.
Recorrimos la calle en dirección al metro probando varias cosas dulces: Nam King, un postre típico a base de sopa de jengibre, tofu suave y churros; Kanom Bueang, barquillos rellenos de calabaza confitada, merengue y chile; cada cosa que probábamos nos gustaba más que la anterior, podríamos haber estado horas, y no nos gastamos más de 2€. Pero estábamos ya cansados y necesitábamos volver al hotel.
Cogimos el metro a las 20:30 hacia el hotel, estuvimos revisando fotos y aprovechamos para darnos un baño relajante en la bañera con vistas.
