Como venía siendo costumbre, madrugamos para pegarnos nuestro baño en el mar, sin necesidad de poner el despertador, y después nos fuimos a desayunar.

Hoy habíamos decidido coger un kayak de los que ofrecía gratis el hotel para recorrer la costa y bucear. Cuando llevábamos 15 minutos de travesía, nos dimos cuenta que se nos habían olvidado las gafas de bucear y tuvimos que volver.

El kayak era un poco incómodo y pensamos en ir a la bahía de al lado, Ngamkho, y quedarnos allí a pasar la mañana. Primero paramos en una zona de rocas que tenía poca profundidad para bucear, pero nos topamos con un cangrejo muy gracioso que defendía su territorio danzando con las pinzas en alto.

Nos fuimos a la misma zona que nos habían llevado el día anterior con la barca y volvimos a ver un montón de vida submarina con varios peces payaso (uno de ellos negro) y sus anémonas. Tuvimos que volver al hotel antes de lo previsto porque las gafas de Rafa estaban defectuosas y no paraba de entrarle agua.

Disfrutamos de la playa de Khlong Chao y de la piscina del hotel antes de irnos a comer al Pizza&Pasta. Tomamos dos pizzas de atún y margarita con dos cervezas y un café por 775 baths/21€ y volvimos a recorrer la isla hacia el noreste.

Atravesamos el núcleo principal de la isla, donde había un mercado callejero repleto de locales. Giramos a la izquierda en dirección al antiguo puerto de la isla, pasando al lado del templo de Koh Kut.

El puerto está ubicado en un extremo de la playa Ao Tapao, tan bonita como todas las de la isla. Desde allí seguimos carreteando entre la selva hasta llegar a Ao Salad, otro pueblo pesquero algo más grande pero con menos encanto que Ao Yai. Aquí es donde actualmente llegan los ferrys. También está construido en pasarelas de madera sobre el mar y hay un gran buda dorado de 30 metros en lo alto de una colina.

Volvimos al hotel y dimos un paseo por la playa hasta la lengua de arena en la desembocadura del río Khlong Chao. El agua estaba llena de cangrejos, erizos de mar y peces flauta.

Rafa intentó pescar un cangrejo y de repente se resbaló, perdió el equilibrio y se cayó, con tan mala suerte que lo hizo sobre los erizos de mar. Salió corriendo con alguna espina clavada. Regresamos al hotel y pudimos sacarlas y desinfectar las heridas. Por suerte tampoco fue nada importante.

Era nuestra última tarde en Koh Kut y aprovechamos para disfrutar de la playa hasta que atardeció. Nos sentamos en la orilla para ver cómo se escondía el sol en el horizonte y luego nos tomamos un par de refrescos San Pellegrino en las tumbonas del hotel con la luz del crepúsculo. Echaremos mucho de menos los atardeceres en esta isla.

A las 20:00 habíamos quedado en la recepción del hotel para hacer una excursión nocturna subiendo el cauce del río para ver luciérnagas (en esa época estaban bastante activas). Nos llevaron al muelle en songthaew, junto con otras 10 personas, y nos subieron en la chalupa del hotel (la misma con la que habíamos hecho snorkel hace un par de días).

Arrancaron el motor a baja potencia para no hacer mucho ruido y comenzamos a adentrarnos río arriba. La sensación de estar perdidos en mitad de la selva y en la inmensidad de la noche, era increíble, aunque daba un poco de acojone, todos en silencio y a oscuras. Fue alucinante ver cómo de repente se iluminaban las copas de los árboles con puntitos de luz intermitente.

El horario de cenas del hotel acababa a las 21 y vimos que no nos daba tiempo. En la excursión nos acompañaba el encargado y se lo comentamos. Le faltó tiempo para llamar a la cocina y pedirles que nos esperaran para prepararnos la cena al finalizar la excursión. Fueron amabilísimos hasta el final.

Cenamos arroz frito con cangrejo y con pollo acompañados por 2 cervezas Chang por 580 baths/15€ y nos fuimos a la cabaña a hacer las maletas. Al día siguiente teníamos que abandonar este paraíso.