Tailandia y Singapur día 12
Koh Kut día 2
Ngamkho Beach, Klongchao Waterfall y Bang Bao Beach
11 DE MARZO DE 2019
Comenzamos este día de la mejor manera posible, con un baño en el mar en calma durante el amanecer. Estuvimos disfrutando de las vistas en la terraza de la habitación mientras nos secábamos y fuimos a desayunar.
El desayuno era completísimo, con una parte occidental con bollería, tostadas, dulces, zumos, yogures y cereales; otra parte local con platos de arroz frito, empanadillas al vapor, sopas, algún plato de carne; y una barra para pedir huevos al gusto y tortitas.
Nos pusimos las botas en una mesa con vistas a la piscina y la playa. Estábamos disfrutando como enanos de la tranquilidad de la isla. El encargado del hotel se acercó para recordarnos que a las 10 salía la excursión gratuita para hacer snorkel.
Nos pusimos el bañador y dimos un enésimo paseo por la playa. Nos hicimos algunas fotos en los columpios que cuelgan de los cocoteros en los resorts. Es un reclamo para turistas pero son bien chulos. La playa seguía solitaria y en calma, es posible que haya sido el agua de mar más calmada que hemos visto.

Fuimos a coger las cámaras acuáticas y nos dirigimos al punto de encuentro donde nos dieron chalecos salvavidas y gafas de buceo con tubo. La barca en la que nos llevaron era de película, una chalupa de madera con un motor longtail. Ya estaban embarcados unos 15 tailandeses con cara de susto, vestidos con camisetas de manga larga y los chalecos bien apretados. Luego supimos que no sabían nadar. Si nos hubiesen dicho que íbamos a cruzar el mar como inmigrantes ilegales nos lo hubiésemos creído.
Nos llevaron a la playa Ngamkho, la siguiente a la nuestra hacia el sur, a velocidad de caracol, por lo que decidimos pasar de los chalecos. Al llegar allí, nos dejaron bucear en la zona de coral que hay en medio de la bahía, llena de lábridos de colores, tridacna gigas(almejas gigantes), corales y, lo que más nos gustó, peces payaso rosas defendiendo sus anémonas (sin duda, una de las mejores cosas que ver y hacer en Tailandia).

La excursión duró una hora y los pobres tailandeses estuvieron más rato en la lancha que en el mar. Cuando bajaban se ponían todos cogidos a un salvavidas o a los chalecos de sus compañeros y el guía les iba paseando por el agua, todo un espectáculo.
A las 11:10 ya estábamos de vuelta y nos metimos en la piscina del hotel para quitarnos la sal y refrescarnos. Fuimos a nuestras tumbonas a relajarnos tomando un café con hielo y dormitando. ¡Esto es vida!


Alquilamos una moto en la recepción del hotel, salía un poco más caro que en una tienda de la isla (nos costó 11€ al día y fuera eran 9€), pero aquí todo fueron facilidades, no nos pidieron ni los carnets, ni fianza, ni el pasaporte como depósito.
En Tailandia suelen pedir el pasaporte como fianza a la hora de alquilar una moto o coche, si no lo entregas os pedirán una cantidad bastante grande como depósito, sobre los 500€. Tened cuidado si aceptáis dejar el pasaporte ya que no seríais los primeros a los que se lo pierden. Además debéis saber que dejar el pasaporte como resguardo en cualquier lugar es delito en España, ya que el pasaporte pertenece al gobierno y nos lo dan en custodia.
Simplemente nos preguntaron cuántos días la queríamos alquilar, y nos dijeron que eligiésemos la que más nos gustase, nos dieron las llaves y a circular. Solo teníamos que asegurarnos de dejarla con la misma cantidad de combustible al devolverla. Ni nos dieron cascos, allí no los usa nadie, nos miraron raro cuando se los pedimos, además, las carreteras son tan malas que la velocidad que alcanzas es ridícula, sabemos qué es una imprudencia pero aun así fuimos sin casco todos esos días.
Empezamos a recorrer la isla hacia el norte, nos encantó la tranquilidad y vernos en medio de la selva. Llenamos el depósito en una de los surtidores que hay repartidos por la isla, hay muchos, son automáticos y funcionan con efectivo.
A la vuelta paramos en un italiano que vimos con buena pinta y bien de precio. Comimos un plato de pasta carbonara y una lasaña con dos cervezas Chang y un café, el primer café decente que se tomó Rafa en todo el viaje. La cuenta subió 730 baths/20€, caro para ser Tailandia, barato para los platazos que nos pusieron y lo bien que nos sentaron.

Después de la comilona y de charlar un rato con el dueño, un italiano de Ancona casado con una tailandesa que tenía muchas ganas de hablar en su idioma, nos fuimos a Khlong Chao Waterfall. El trayecto es muy bonito, por carreteras estrechas en medio de la selva y sin cruzarnos con nadie. En el acceso hay un puesto donde debes dejar algo de ayuda para la conservación del entorno. El sendero hasta la cascada es de unos 500-600 metros y algunos tramos son un poco traicioneros, aunque no es muy complicado.
La cascada tenía muy poca agua, es lo que tiene viajar a Tailandia en época seca, a cambio de esto no te llueve en todo el viaje. La poza que se forma bajo el salto de agua es muy chula y decidimos darnos un baño. Además, tiene una cuerda a modo de liana desde donde poder lanzarse al agua. Estuvimos haciendo el mono un buen rato, hasta que llego más gente y decidimos seguir nuestra ruta.

Seguimos recorriendo la isla esta vez hacia el sur y llegamos a la playa de Bang Bao. Hay varios resorts, cada uno con su muelle, su columpio y cocoteros. La zona de playa era bastante pequeña y había algo de gente. Hicimos un poco el idiota en uno de los columpios y, aunque teníamos pensado quedarnos en esa playa, preferimos volver a la nuestra que es mucho mejor.
Aprovechamos la hora de la merienda para comer algo en el buffet y nos fuimos a darnos un baño. Estuvimos perreando hasta la hora del atardecer y volvimos a verlo desde nuestra cabaña, haciendo alguna que otra foto friky. Los colores del cielo eran espectaculares.

El hotel tenía happy hour en cócteles de 17 a 19, y por 300 baths/8 € nos sirvieron un mojito de fresa y una piña colada. Nos los tomamos en las butacas de la playa viendo cómo se perdía el ocaso. No hemos estado tan relajados en ningún otro sitio. ¿Os hemos dicho que estamos enamorados de esta isla?
Cogimos la moto para ir al Chiang Mai Restaurant, pero estaba cerrado. Mientras lo buscábamos habíamos visto un sitio muy chulo y lleno de gente, eso siempre es un buen indicativo, así que decidimos ir hacia allí. Tenía una terraza muy pintoresca, con sillas y mesas diferentes y había tanto locales como turistas.
Pedimos arroz frito con cangrejo, noodles salteados con pollo y dos cervezas Leo grandes. Todo nos costó 260 baths/ 7€. La comida y el ambiente nos encantaron, dejamos una buena propina y decidimos volver aquí todas las noches.
Hicimos el camino de vuelta al hotel un poco acojonados por la oscuridad absoluta y los graznidos que salían de la selva. Increíblemente hacía fresco.

Os dejamos un mapa con los puntos de interés de Koh Kut