Tailandia y Singapur día 11
Koh Kut día 1
Vuelo Chiang Mai – Bangkok – Trat y traslado en barco a Kooh Kut.
10 DE MARZO DE 2019
Tocaba madrugón para coger el transfer al aeropuerto que nos esperaba a las 6:30. Los detalles de ganchillo en toda la furgoneta nos dejaron noqueados. Había que recoger a otra pareja en un hotel cercano y se retrasaron más de 15 minutos. La gente es muy impuntual. Nos estábamos poniendo nerviosos por la hora, menos mal que el aeropuerto está cerca del centro y en 30 minutos estábamos ya en la terminal.
El aeropuerto de Chiang Mai es muy curioso, en la puerta de acceso al edificio hay un control de equipaje con un arco de seguridad. Allí te ponen una pegatina en las maletas y después se facturan en el mostrador de la compañía.
Tras pasar el control de pasaportes, fuimos directos a la Lounge Boutique de Bangkok Airways para tomarnos un buen desayuno con zumos, sandwiches y bollería, mientras salía nuestro vuelo (cómo nos gusta esta compañía).

A las 8.50, embarcamos por la puerta 6, todo muy rápido y bien organizado y despegamos puntuales. A los 15 minutos, ya nos estaban dando un almuerzo en el avión: un hojaldre con salchichas, agua, zumo de naranja y té o café. A las 10:15 estábamos aterrizando en Bangkok. Menos mal que todo estaba saliendo bien, porque teníamos sólo una hora de escala hasta el siguiente vuelo.
Volvimos a meternos en la sala de Bangkok Airways y nos tomamos una galleta de chocolate gigante (por si no habíamos comido suficiente). Enseguida comenzó el embarque en la puerta de enfrente de la sala y nos llevaron en autobús a una avioneta de hélices con una decoración muy chula.
A la hora prevista, las 12:55, aterrizamos en el miniaeropuerto de Trat. Todo rodeado de selva y con una terminal a base de cabañitas sin paredes con tejado de paja. Nos llevaron en carrito y las maletas las daban en mano. Fue muy curioso y nos pareció muy auténtico.

Allí nos esperaba el conductor de la furgoneta que nos llevó al muelle de Laem Sok, atravesando selva y cultivos de caucho. Nos dejó en la ventanilla de KoKut Express donde compramos los billetes para la lancha a Koh Kut (también conocida como Koh Kood). Se suponía que ya estaban pagados pero como el conductor no hablaba inglés y la taquillera menos, decidimos que ya nos pelearíamos en el hotel, que era donde los habíamos reservado.
Nos sentamos en la terraza del bar junto a las taquillas a tomar un refresco y la biodramina, porque nos habían dicho que los trayectos entre islas son muy movidos. Al rato salió la chica que nos había vendido el billete preguntándonos el nombre, había habido una confusión y se había dado cuenta que no teníamos que pagar el trayecto, nos devolvió el dinero y nos cambió los billetes y las etiquetas de la maleta. Una cosa menos por la que discutir.
Allí nos recogió una songthaew y nos dejó en el embarcadero desde el que partían los barcos a Koh Kut, a unos 5-10 minutos de allí. Subimos a la lancha rápida y en una hora llegamos a la isla. Cuando llevábamos un rato de trayecto la lancha se paró y fingieron que no arrancaba, el capitán era un cachondo al parecer, pero la verdad es que nadie le hizo mucho caso y siguió la travesía. Nos bajamos en la segunda parada, en Khlong Chao, en el muelle del hotel Peter Pan.

Allí empezó lo bueno. Un empleado del hotel nos indicó una zona de descanso donde debíamos esperar a nuestro conductor, que tardó unos 3 minutos. Preguntó por las maletas y no teníamos ni idea, habíamos pasado de ellas pensando que se encargarían ellos. Las recogió y nos llevó al Tinkerbell Privacy Resort, nuestro destino. Fueron 2 minutos de trayecto.
Nos ofrecieron una bebida de bienvenida gracias al perfil Genius de Booking y nos explicaron cómo funciona el hotel. Teníamos incluidos el desayuno y la merienda en el buffet del hotel, los accesorios para bucear o hacer kayak en la zona de la piscina y las excursiones que organizaran (nos apuntamos a una para hacer snorkel al día siguiente).
Nuestra cabaña a la orilla de la playa ya estaba lista, era increíble. Un ventanal enorme junto a la cama desde donde ver la playa, que estaba a escasos 20 metros de la terraza; desde allí se bajaba directamente a la arena donde teníamos dos tumbonas en una zona acotada de acceso privado bajo cocoteros, a unos 5 metros de la orilla. Nuestro paraíso particular.


Aprovechamos que todavía era la hora de la merienda y nos sentamos a comer, pollo frito y mango sticky rice. Estaban riquísimos, sobre todo el pollo, Antonio repitió varias veces. Para beber había agua, café o té y algún zumo.
Nos cambiamos y fuimos a bañarnos y disfrutar de la playa de ensueño. Agua turquesa transparente y en calma total, arena blanca, cocoteros y poquísima gente. Lo dicho, el paraíso. Recorrimos la playa, que iba desde nuestro hotel hasta la desembocadura del Khlong Chao, donde nos había dejado la lancha. Casi un kilómetro de playa y no habría más de 20 ó 30 personas. No se podía pedir más, estábamos enamorados de esta isla del Golfo de Tailandia.

Nos bañamos también en la piscina infinity con vistas al mar y una pequeña cascada, junto al bar del hotel. Volvimos al mar a ver la zona de rocas a la izquierda del hotel, llena de cangrejos de ojos saltones y con un cartel de Koh Kut de colores sobre la ladera. Volvimos a recorrernos la playa para buscar el mejor sitio donde ver el atardecer, somos unos «culos inquietos» .

Al final decidimos ver el atardecer desde las hamacas de nuestra cabaña. No hay palabras para describirlo. De todos los atardeceres que hemos visto en varias zonas del mundo, los de las playas de Tailandia se llevan la palma.
Deshicimos las maletas y nos cambiamos para buscar un sitio para cenar. Recorrimos todo el complejo que aún no habíamos visto y salimos a la carretera que rodea el hotel donde hay varios restaurantes, un italiano, un bar de pescado a la brasa y otro de comida local. Descartamos el italiano y nos acercamos al de brasa, pero ya no les quedaba casi pescado para elegir, sirven la pesca del día y era tarde para los horarios locales.
Decidimos cenar en el de comida local, The Garden Restaurant, no tenía una pinta estupenda y estaba vacío, lo que daba un poco de mal rollo. Al final cenamos unos noodles fritos, una sopa de cerdo y agua por 225 baths/6,30 €, no estaba especialmente bueno pero se podía comer.
Volvimos al hotel y nos metimos por la zona de rocas de nuevo a ver si veíamos cangrejos más grandes, y para ver si Antonio aprendía a pescarlos. Vimos unos peces medio anfibios llamados mudskippers o peces del fango, tienen forma de pez pero son capaces de respirar fuera del agua, un tanto extraños. Y finalmente volvimos a dar un paseo por la playa antes de dormir.

Os dejamos un mapa con los puntos de interés de Koh Kut