Salamanca y Ávila día 2
Plaza Mayor · Ieronimus · Universidad · Huerto de Calixto y Melibea · Convento de San Esteban
17 de marzo de 2017
Una de las ventajas de visitar la ciudad con suficiente tiempo fue que no tuvimos que madrugar. Nos levantamos a las 9:00 de la mañana y fuimos a buscar un sitio donde desayunar. Cuando reservamos, creíamos que Salamanca sería una ciudad donde encontraríamos fácilmente buenos desayunos, pero la verdad es que por el centro nos costó un buen rato.
Al final nos sentamos en La Platea, en la Plaza del Corrillo, uno de los accesos de la Plaza Mayor. Pedimos un par de zumos de naranja, churros, tostadas con tomate, café con leche y chocolate caliente, todo costó 8,50€. El desayuno estaba bueno pero el trato era bastante mejorable. Nosotros no repetimos, os dejamos los datos por si, como nosotros, no tenéis otra opción.

Ya que estábamos al lado, nos acercamos a ver la Plaza Mayor, que a esas horas estaba muy tranquila. Salimos por el acceso de la Plaza del Mercado y entramos a ver los puestos del Mercado Central de Salamanca, es algo que nos encanta hacer cuando vamos a una ciudad, nos parece que dice mucho de sus costumbres. El edificio fue construido a principios del S.XX por el arquitecto modernista Joaquín de Vargas.
Volvimos por la Rua Mayor hacia la Catedral, parando a hacer fotos de las antiguas confiterías y comercios tradicionales.

A las 11:15 empezábamos la subida a Ieronimus, una exposición muy chula montada en las estancias de las torres de la Catedral, que acaba en los tejados de la misma, pasando por pasarelas interiores desde las que se ven las naves de las dos catedrales (uno de nuestros imprescindibles que ver y hacer en Salamanca).
Salimos una hora y media después. La visita nos gustó mucho, sobretodo las vistas panorámicas de la ciudad desde las terrazas y la animación que explicaba los daños que sufrió la torre en el terremoto de Lisboa de 1755.

Ieronimus – Torres de la Catedral
- Horario: de marzo a diciembre de 10:00 a 20:00 (último acceso a las 19:00); de enero a febrero de 10:00 a 18:00 (último acceso a las 17:00)
- La entrada cuesta 4€.
- Hay posibilidad de hacer visitas nocturnas guiadas y ambientadas con luz y música.

Hicimos una parada rápida en el hotel y fuimos al Patio de las Escuelas Mayores para ver de nuevo la fachada de la Universidad y poder fotografiarla sin contraluces. En la parte oeste de la plaza está el acceso al Patio de las Escuelas Menores, un claustro de arcos mixtilíneos con una balaustrada barroca. Es un sitio precioso, sobretodo ese día que hacía solazo y el césped central estaba verde brillante.


Entramos a ver el Cielo de Salamanca, del que la verdad no sabíamos nada antes de llegar a ese punto. El fresco abovedado estaba recién restaurado y muy bien dispuesto, la habitación estaba en penumbra, con unos focos que alumbraban lo justo para que diese la impresión de estar viendo el cielo nocturno lleno de estrellas y constelaciones.

Al pasar de nuevo por Rua Mayor no pudimos resistirnos a comprar un trozo de hornazo en La Tahona de la Abuela. Nos gustó tanto nada más darle el primer bocado que volvimos a entrar y encargamos uno entero para llevarnos a Valencia el último día.

El trozo de hornazo nos abrió el apetito y, de los sitios que teníamos pendientes probar, el más cercano era Tapas 2.0. Tuvimos la suerte de que había mesas libres, nos sentamos en la terraza con un par de cervezas mientras estudiábamos la carta.
Pedimos steak tartar, bravas, mollete con panceta y salsa de ajo negro y morcilla de burgos con foie caramelizado y salsa de frambuesa. Nos sentaron de lujo.

Entre el hornazo y las tapas, nos habíamos pegado una buena comilona. Teníamos que quemarla y la mejor manera era caminando hacia el Huerto de Calixto y Melibea. Pasamos por la Casa de las Conchas (la fachada principal estaba tapada por restauración), por el Palacio de Anaya y bajamos por detrás de la Catedral hasta la Plaza de los Leones.

Este jardín de 2500 m2 fue el escenario donde Fernando de Rojas situó la tragicomedia conocida popularmente como «La Celestina», a los que fuimos a EGB nos la hicieron leer varias veces durante la etapa escolar.
Es un jardín ornamental muy chulo que destaca, sobretodo, por las vistas de las antiguas murallas sobre las que está ubicado, del río Tormes y del extremo sureste de la ciudad.

Después de una buena siesta, al fin y al cabo era un viaje para descansar, fuimos a ver el ambiente de la Plaza Mayor un viernes por la tarde y subimos por la calle Zamora, una de las arterias comerciales del centro de Salamanca. Volvimos por la calle Toro, otra calle comercial paralela a la anterior, y continuamos por San Pablo tras atravesar la Plaza Mayor de nuevo.
Llegamos al Convento de San Esteban con la idea de poder ver la fachada principal iluminada por la luz del atardecer, pero habíamos tardado demasiado y la luz ya sólo alumbraba el pequeño campanario sobre la portada, que por cierto tenía un nido de cigüeña.

Convento de San Esteban
- De noviembre a marzo todos los días de 10:00 a 14:00 (último acceso a 13:15) y de 16:00 a 18:00 (último acceso a 17:15).
- De abril a octubre de 10:00 a 14:00 (último acceso a 13:15) y de 16:00 a 20:00 (último acceso a 19:15).
- El museo cierra los domingos por la tarde y el lunes todo el día.
- Entrada 4€.
Bordeamos las antiguas murallas romanas y subimos por Veracruz hasta la Plaza de la Merced. El mirador desde esta plaza orientada hacia el Tormes, también merece la pena al atardecer.

Tras un cambio de ropa rápido en el hotel (teníamos reserva en Víctor Gutiérrez, tocaba homenaje) nos fuimos a ver la Casa de Miguel de Unamuno, o del Regidor Ovalle, y el Palacio de Monterrey. A la vuelta, cruzamos otra vez la Plaza Mayor que estaba iluminada y llenísima de gente, parecía la nochevieja universitaria.
Los universitarios salmantinos tienen la tradición de celebrar a mediados de diciembre el fin de año universitario, congregándose más de 20.000 estudiantes en la Plaza Mayor, vestidos de gala, para tomar las uvas y brindar como si fuese el 31 de diciembre. Es una de las fiestas universitarias más populares de España.

A las 21 entrábamos al restaurante de Víctor Gutiérrez, el único en la ciudad al que han otorgado una estrella Michelín. Nos ofrecieron dos menús y elegimos el más largo, somos así de brutos. Fueron 6 aperitivos, 12 platos y 3 postres, para cada uno, y 3 botellas de vino blanco (se nos fue de las manos). Os podéis imaginar lo contentos que salimos de allí, con 140€ menos pero felices.

El paseo de después por el casco histórico fue por obligación, había que bajar la comida y el nivel de alcohol en sangre.
