Milán día 3
Porta Ticinese · Naviglio Grande · Parco Sempione · Brera
8 de octubre de 2016
Ese día no hacía falta madrugar, pudimos levantarnos un poco más tarde. A las 9 bajamos al bufé del desayuno y en media hora estábamos camino del Navigli, el barrio de los canales. Cruzamos por la Piazza del Duomo, la Porta Ticinese y las Columnas de San Lorenzo y fuimos bordeando la dársena en busca del mercado de pulgas de Via Annunzio.
Tras buscar un buen rato, encontramos un mercadillo ambulante en Via Papiriano, pero no era el que buscábamos, era bastante cutre. Nos paramos un rato a consultar en internet (preguntarle a Google, como dicen nuestras madres), y leímos que recientemente lo habían cambiado de localización, ahora estaba en el Naviglio Grande.

Nos encantó el Naviglio Grande, un canal repleto de restaurantes y tiendas de estilo retro. A la altura del nº20 de la Alzaia Naviglio Grande se abría el Vicolo Lavandai, un callejón de tierra que conservaba el antiguo lavadero techado y había varios talleres de artesanos, un sitio con mucho encanto y unos de los imprescindibles que ver y hacer en Milán.
En el margen izquierdo, Ripa di Porta Ticinese, a partir del puente de hierro, empezaban los puestos del mercado de pulgas. Averiguamos que se llamaba Fiera di Sinigaglia, el más antiguo de Milán. Era muy grande, se extendía casi 500 metros (entre la Via Paoli y Via Barsanti), con puestos de antigüedades, ropa de segunda mano, efectos militares, había de todo.
Nos paramos en un puesto de utensilios de cocina y Rafa empezó a rebuscar entre las cucharitas (siempre que vamos a uno de estos mercados las mira), pero ninguna le gustó tanto como las que habíamos visto meses atrás en nuestro viaje a Ámsterdam.


Nos paramos a tomar un refresco en la Pizzeria Naturale. Tenían una terraza trasera muy tranquila, nos gustó como para volver algún día a comer o cenar allí. En el camino de vuelta entramos a Ecliss, la tienda de navidad más grande y divertida que habíamos visto (y de momento no ha habido ninguna que la supere). Era una mezcla del ambiente de las tiendas Hollister con un parque de atracciones navideño.

Salimos del Naviglio hacia la Darsena y ya era hora de comer. Estábamos cerca de Porta Ticinese y vimos en la LonelyPlanet un restaurante muy cerca que nos llamó la atención, Ristorante Sant’Eustargio, junto a la basílica del mismo santo. Tenían una mesa libre y decidimos quedarnos, el sitio era muy agradable.
Nos pusieron unas flores de calabacín rellenas como detalle de la casa con las cervezas, pedimos tataglia con rucola e grana, Orecchia d’Elefante vestita, patatine frite, insalata di finocchio y de postre tiramisú y tartufo de pistacho. Costó 77,50€. Todo estaba muy bueno, pero la orecchia (un escalope de cerdo finísimo y empanado con ensalada de canónigos y tomatitos) estaba deliciosa. Rafa la hace alguna vez en casa, cuando cocina pensando en algún viaje.

Al salir, rodeamos la basílica y paseamos por el Parco Giovanni Paolo II, un pequeño parque que a esas horas estaba lleno de gente tumbada al sol y chavales jugando. Daban ganas de echarse la siesta allí.
Pasamos junto a la basílica de San Lorenzo, con una arquitectura muy característica. Se empezó a construir en el S.IV y los último añadidos son del S.XX, la mescolanza de estilos la hace una de las más bonitas y divertidas que hemos visto.
De vuelta al hotel, volvimos a pasar por la Piazza del Duomo, se notaba que era sábado por la tarde, menudo ajetreo. Con el solazo que hacía pensamos que lo mejor era descansar un rato en la habitación.


A las 17:00h nos acercamos de nuevo a Brera, todavía no lo habíamos visto de día y con los comercios abiertos. Si de noche nos había gustado, a esas horas nos gustó mucho más. Entramos a una tienda de antigüedades y artículos vintage y recorrimos el barrio hasta el Castello Sforzesco, que tampoco lo habíamos visto de día.
Con un helado en la mano de Van Bol & Feste recorrimos el patio del castillo y los alrededores y subimos hacia el Parco Sempione, ese día estaba a tope, había una carrera popular que estaba acabando en ese momento.

Castello Sforzesco
- La entrada el recinto del castillo es gratuita con un horario de 7:00 a 19:30, pero para acceder a las estancias y edificios, que albergan varios museos de arte e historia, hay que pagar 5€.
- Horario del museo de 10:00 a 17:30.
- Cómo llegar: línea M1 de metro (parada Cairoli), tranvías 1 y 4 (paradas Cairoli y L.go Cairoli 2).

Paseamos entre corredores, animadores y curiosos y llegamos hasta el Arco della Pace. Era la hora del atardecer, el cielo estaba teñido de naranja y azul intenso, el mejor momento para hacer las fotos del arco.
Bajamos por Via Dante, que también estaba a reventar, era sábado por la tarde y es una de las calles comerciales más importantes de Milán. Hicimos alguna foto más del Duomo, por si no habíamos hecho suficientes, y entramos a la librería Mondadori que hay en los soportales al sur de la plaza. Rafa siempre busca libros de cocina locales cuando vamos de viaje, la gastronomía es una de las mejores formas de conocer la cultura de un país.

Ya anocheciendo, bajamos al Naviglio, nos había encantado por la mañana y queríamos ver el ambiente nocturno. Era un hervidero de gente, sobretodo gente joven, los locales llenos y la iluminación de los canales le daba un encanto especial.
Al ver que estaba todo lleno decidimos ir buscando sitio para cenar por allí. Al final sólo encontramos una mesa en Rugantino, eran las 20:50 y si queríamos cenar, tenía que ser en ese momento y levantarnos antes de las 22:00. Nos da mucha rabia que nos tiren, pero visto que no había más opción, aceptamos la mesa. Pedimos carciofi alla romana, una pizza ortolana y otra quattro formaggio, acompañadas por un par de cervezas. La cena costó 35€ y fue muy agradable y tranquila.


Al salir, encontramos una heladería Grom muy cerca y no pudimos pasar sin tomar uno de los últimos helados del viaje. Subimos de nuevo al hotel pasando por el Duomo y las galerías donde, como no, nos detuvimos a hacer más y más fotos, y nos fuimos a dormir pronto.

