Grecia día 8
Ferry Paros - Santorini · Llegada a Oia · Cena en Finikia
7 de julio de 2018
Pudimos disfrutar del hotel hasta las 12, maldito check-out. El quad no lo devolvíamos hasta las 18h así que aprovechamos para ir a pasear y comer por Parikia. El pueblo esta lleno de buganvillas trepando por las paredes blancas, contrastando con el azul de las puertas y el empedrado. Una postal.


Comimos en una terraza sobre el puerto, esta vez algo más ligero, unos bocatas recién hechos y una ensalada. Con el calor que hacía necesitábamos algo menos copioso que las comilonas de otros días.

La devolución del quad fue tan fácil como dejar las llaves en la recepción del hotel. Nos llevó el mismo transporte de vuelta al puerto y subimos puntuales al Santorini Palace. Fuimos igual de tranquilos que en el trayecto anterior, pudiendo cambiarnos de sitio a unos asientos en las ventanas. En ese trayecto se creó este blog.

El desembarco en el puerto de Thira fue igual de rápido que en Paros, casi no habíamos acabado de bajar del barco y ya estaban soltando amarres. En este caso nos esperaba un minibús en el que íbamos solos, con un conductor medio loco. De copiloto llevaba a un amigo suyo grabándole con el móvil, fue todo el trayecto fumando con las puertas abiertas, sí, las puertas. Y con la música a tope, sin cinturón de seguridad y bailando. No sabemos si fue por el cansancio o la emoción, pero nos pareció de lo más divertido.

Las carreteras no son muy buenas y tardamos unos 45 minutos en llegar a Oia, el pueblo más al norte de la isla, y el más bonito (reservar un hotel aquí con vistas a la caldera es uno de los imprescindibles que hacer en Santorini). Allí nos esperaba Denis, de White Pearl Villas, para enseñarnos la habitación-cueva que teníamos reservada. Era una chulada, con una piscina interior y una azotea con jacuzzi y hamacas. La única pega era que la entrada daba a las puertas de otras casas y la azotea tenía delante otra azotea, más baja y sin acceso, que afeaba un poco las vistas sobre la caldera. Era un poco pejiguero, pero se lo dijimos. La habitación nos gustó mucho, que conste, pero como cuando la alquilamos pensábamos que teníamos vistas directas, lo comentamos a ver qué pasaba.

Denis nos dio información de toda la isla, nos recomendó sitios para cenar y comer, bodegas para visitar y las mejores playas y zonas para bañarse. Nos reservó mesa para cenar en el restaurante Lefkes, en Finikia, a unos 10 minutos caminando desde la villa. Comida tradicional con un toque moderno muy rica, acompañada de unos vinos de la isla buenísimos. Volvimos a precios más elevados como en Mykonos (es lo que tienen las zonas más turísticas). Tres platos con vino y postre 80€.
