Tailandia y Singapur día 1
Vuelo ida Valencia – París – Bangkok. Silom
27-28 DE FEBRERO DE 2019
A las 12:20 despegó el vuelo desde el aeropuerto de Manises con destino París. Allí con sólo 1h de escala, un Boing 777-300ER de AirFrance nos llevó a Bangkok. En total 15h y 10 min. Fue un vuelo muy cómodo, volábamos en economy premium así que no esperábamos menos, además ya nos hemos hecho a los trayectos largos y nos dormimos con facilidad.
A las 9:50 (+1 día) aterrizamos en Bangkok. El aeropuerto de Suvarnabhumi es enorme, pero todo está muy bien organizado. Pasamos el puesto de inmigración en 10 minutos (te dan una pase de salida que hay que conservar con cuidado para entregarlo el día de vuelta) y pudimos cambiar dinero junto a las cintas de recogida de equipaje a muy buen precio. En menos de 30 minutos estábamos en la zona de encuentro con los transfer de los hoteles. Allí nos esperaba el representante del hotel Amara Bangkok que nos acompañó al coche. El trayecto hasta el centro de Bangkok dura unos 40 minutos si no hay mucho tráfico (en la entrada cómo ir del aeropuerto a Bangkok os explicamos todas las opciones).

Sobre las 11 de la mañana nos entregaron las llaves de nuestra habitación. Teníamos reservada una habitación con vistas a la ciudad y acceso al Club10 del hotel, con bebida y comida incluidos durante todo el día y una zona de desayuno exclusiva, en el piso 20.
Tras cotillear la habitación, la piscina y el club, e informarnos desde recepción que teníamos un crédito para gastar de 300 bahts (cortesía del hotel), nos fuimos a pasear por el barrio.
Teníamos anotado visitar el Templo Hua Lamphong, que además lo habíamos visto desde la azotea y tenía buena pinta. Nos costó llegar porque las calles dan bastante vuelta, pero en realidad está muy cerca del hotel. Estaba bastante vacío a esas horas, no es un templo muy turístico y caía el sol a plomo. Pagamos 5 baths por entrar, unos 14 céntimos de euro. Vimos varios pabellones y recorrimos la zona de alrededor donde se venden las ofrendas. Volvimos por otras calles menos soleadas y con un recorrido más corto. Ya teníamos ganas de comer.

Comimos en Silom 20, donde se suponía que había muchos puestos callejeros pero cuando llegamos ya era tarde y la mayoría los estaban recogiendo. Los tailandeses comen y cenan muy pronto en Bangkok, en el resto de zonas los horarios eran más normales. Aun así encontramos un puesto abierto con mesas en la calle que tenía buena pinta. Nos ofrecieron una mesa con un ventilador al lado, cosa que agradecimos, porque el calor era sofocante.
Pedimos en exceso, los precios eran tan bajos y teníamos tantas ganas de probarlo todo que elegimos 4 platos para dos, sin pensar que las raciones eran muy grandes, como en casi todos los puestos callejeros de Tailandia, tenedlo en cuenta. Nos pusieron una ración mediana de curry verde con arroz, cerdo crujiente y noodles de marisco, con dos zumos: uno de sandía y otro de mango. Todo nos costó 670 baths (18€) y estaba delicioso.

Silom Soi 20 termina en la Thanon Si Lom, justo frente al Sri Mariamman, un templo hindú con una decoración colorida chulísima, y aprovechamos para verlo. Hacía un calor tremendo así que fuimos al hotel a bañarnos en la piscina.
Estuvimos a remojo hasta las 18:00, después de ver atardecer con unas vistas espectaculares. Nos dimos una ducha y comimos algo en la sala Club del hotel. Como somos muy pesados volvimos a la azotea a ver la piscina y el skyline de noche, con el edificio Mahanakhon de fondo. Hicimos unas mil fotos, jeje, y bajamos a ver los alrededores.


En una travesía de Surawong, la calle del hotel, ponen cada noche el mercadillo Patpong, famoso por sus imitaciones y los numerosos locales de Pingpong Pussy y clubs que hay. Lo recorrimos de lado a lado, aprendiendo a regatear mientras comprábamos algunos encargos, y volvimos por las calles laterales, pero al ser entre semana no tenían mucho ambiente.
Lo de regatear tiene su gracia los primeros 20 segundos, después tienes la sensación constante de que te están tomando el pelo. Fue Rafa quien regateó y acabó hasta las narices.
A las 21 dejamos las bolsas en el hotel y nos dirigimos hacia el edificio Mahanakhon. Queríamos ver las vistas desde la azotea, la más alta de la ciudad a 314 m de altura. Nos sirvió para alargar la noche, tenemos claro que algo importante para minimizar el jet-lag es adaptarse al máximo al horario local y aunque el cuerpo nos pida dormir, aguantar hasta la hora que lo haríamos en casa (23h – 24h).

Las paredes del ascensor son pantallas y proyectan un espectáculo chulísimo tanto a la subida como a la bajada, no os contamos de qué va para no hacer spoilers. Te dejan en el piso 74 donde hay un mirador de 360º interior acristalado y de allí se accede en otro ascensor (o en escaleras de caracol) hasta la azotea en el piso 78.
Las vistas son espectaculares, y no sólo tienen un bar y unas gradas donde sentarse a ver la ciudad, además hay una zona en voladizo con el suelo de cristal. Para poder pisarla te piden que uses unas calzas para los zapatos y no lleves nada colgado ni en las manos, ellos se ofrecen a hacerte fotos con tu cámara. Si habéis leído otras entradas sabréis que Rafa tiene un vértigo nivel 15 sobre 10. Antonio sí camino sobre el cristal, incluso tuvo los huevos de tumbarse. Rafa tuvo 3 ictus y 2 derrames mientras tanto.


Al salir ya eran las 22 h pasadas, no tuvimos en cuenta los horarios de Bangkok y la mayoría de restaurantes ya estaban cerrados. Encontramos un restaurante chino en Silom Plaza que estaba bastante lleno, nos sentamos en la terraza donde todo el mundo miraba una serie en una tele enorme. Luego supimos que esa serie es la más vista de la historia de la TV en Tailandia (ya os contaremos alguna otra anécdota sobre ella).
Comimos un plato de pollo con jengibre y soja, pollo frito con albahaca, arroz blanco y dos cervezas Chang de 620ml cada una. Todo por 670 baths (18€).
Ahora sí que volvimos directos a dormir, nuestro cuerpo no daba para más.
