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Fez día 3

Excursión a Chefchaouen: Plaza Uta el Hammam · Medina de Chaouen · Panorámica desde la Mezquita Española

23 de enero de 2023

Volvíamos a ser los primeros del riad en desayunar, a las 7:30 nos llenaban las mesa de platitos como el día anterior. Teníamos excursión a Chefchaouen (la Perla Azul de Marruecos) y habíamos contratado un traslado privado a través del alojamiento que nos recogió a las 8:00.

El trayecto hacía el Rif nos gustó mucho, y más con la luz del amanecer, aunque se nos hizo demasiado largo. Se pasa por largas zonas con campos de olivos (a Antonio le recordó a su Jaén natal), vistas hacia el pantano de Sidi Chahed, cientos de «cortijos» con sus mezquitas, zonas de pequeñas colinas verdes con cultivos de cereal que parecían la Toscana italiana (salvando las distancias) y se pueden ver todavía los labradores con sus burros cargados a orillas de la carretera.

Nos sorprendió la cantidad de controles con radares de velocidad, uno de los motivos de que se alargase tanto el viaje. Para los doscientos kilómetros de distancia fueron más de cuatro horas, con una breve parada de unos quince minutos para almorzar en el Motel Rif, en Ouazzane.

Amanecer en el trayecto a Chefchaouen

Llegamos a Chaouen a las doce del mediodía y la primera parada que nos hizo el conductor fue antes de entrar al pueblo para ver una panorámica de la zona nueva y la medina. Luego nos llevó hasta la puerta Bab El Ain, junto a la Plaza Ronda; quedamos con él en el mismo sitio cuatro horas más tarde para volver a Fez.

Empezamos a recorrer la medina por las calles más bajas, muy turísticas, llenas de tiendas de recuerdos y productos típicos, hasta llegar a la plaza Uta el Hammam, donde están la Gran Mezquita, la Kasbah (alcazaba) y el noventa por ciento de los restaurantes de la medina. Nos sentamos a tomar un té con menta al sol en la terraza del Restaurante Hamsa.

Kasbah y Gran Mezquita en la Plaza Uta el Hammam

Continuamos subiendo por las callejuelas más altas, menos abarrotadas y con bastante más encanto. La mayoría de comercios estaban enfocados al turismo a excepción de una decena de ultramarinos y quioscos. Había muchas tiendas donde vendían artesanía y alfombras típicas de Chaouen hechas a mano, con diseños sencillos muy chulos (nos quedamos con ganas de llevarnos alguna).

Es un pueblo muy fotogénico, con unas construcciones parecidas a los pueblos blancos andaluces, pero con casas encaladas en tonos azules.

Chefchaouen

El emir Sidi Ali Ben Rachid y su mujer Zhora, nacida en Vejer de la Frontera (Cádiz), tuvieron que exiliarse de Al-Ándalus tras la conquista cristiana. Para que ella no echara de menos su pueblo natal, el emir mandó construir la ciudad de Chaouen a imagen y semajanza de Vejer, con un entramado irregular de pequeñas callejuelas en la ladera de una montaña donde había un pequeño asentamiento bereber.

Rincones de Chefchaouen

Seguimos callejeando y fotografiando rincones chulos de la medina, en dirección a la judería, pasando por la Plaza El Haouta. Un dato curioso que nos llamó la atención es que los carteles de las calles estaban en árabe y en español, igual que los nombres de muchos alojamientos y restaurantes, además muchos de los vendedores también nos hablaban en español al escucharnos, recuerdos de que Chaouen estuvo bajo el Protectorado Español hasta 1956.

Chefchaouen

La zona de Chaouen y las montañas del Rif es famosa también por los cultivos de marihuana. No es raro que se os acerquen ofreciéndoos kif (polen de cannabis), pero cuidado porque su consumo es ilegal.

Como se hacía la hora de comer, miramos varios restaurantes cercanos y al final entramos en el Restaurant Darcom, muy cerca de la Plaza Uta el Hammam, en el barrio comercial Souika donde están las tiendas de ropa tradicionales. El sitio era muy chulo, con varios pisos alrededor de un patio central. Hacía un día muy soleado y a pesar de ser enero, la temperatura era muy buena, decidimos sentarnos en una mesa al aire libre en la azotea y pedimos el menú: sopa de habas (como la que se estaban tomando el día anterior en la medina de Fez) y sopa harira de primero; cous cous de pollo y tajine de pollo al limón de segundo; y de postre naranja con canela y un té de menta con dulces. Todo por 200 dirhams (menos de 20€).

Restaurant Darcom, 5P9P+5XC, Rue Immam Chadili, Chefchaouen (TripAdvisorGoogle)

Cous cous de pollo

Después de comer, volvimos a cruzar la medina hacia la puerta Bab El Onsar para ir a la zona de los antiguos lavaderos, junto a las cascadas del nacimiento del manantial Ras El Ma, pero por desgracia se ha convertido en un sitio masificado de turismo, con tiendas de souvenirs, sin rastro de las mujeres que se reunían antiguamente a lavar la ropa mientras hacían vida social con las vecinas. Es una pena que el turismo (nosotros incluidos) acabe con la autenticidad de estos pueblos tan visitados.

Desde allí sale un sendero empinado que llega a la Mezquita Española, en lo alto de una colina frente al pueblo, desde donde se tiene una panorámica de la antigua medina amurallada.

Vistas de la medina de Chefchaouen

Eran las 15:30 y habíamos quedado más o menos a las 16:00 con nuestro conductor en la otra punta de la medina. Deshicimos lo andado, haciendo las últimas fotos de callejuelas y casas azules, y nos subimos en el coche pensando en las cuatro horas eternas que aún nos quedaban hasta llegar a Fez.

Cuando llegamos al riad sobre las 19:45, ya había anochecido y estaba totalmente despejado. Subimos a la azotea para ver el cielo por la noche y para nuestra sorpresa había una media luna ocultándose detrás de uno de los minaretes de la medina. Una estampa espectacular.

Anocheciendo en la Medina de Fez

A pesar de que la medina de noche da un poco de respeto (y como os contamos ya nos habíamos perdido la noche anterior), volvimos a aventurarnos por el entresijo de calles para ir a cenar a Le Tarbouche, en la calle Talaa Kebira, muy cerca de Bab Boujloud. El sitio era muy pequeño, con 4 ó 5 mesas y la cocina a la vista. Pedimos dos limonadas caseras, un tabbouleh y una pastilla de carne, todo por 200 dirhams (que tuvimos que pagar en euros porque no aceptaban tarjetas y se nos habían acabado los dirhams).

Habíamos memorizado el camino de vuelta al riad desde Talaa Kebira e hicimos el mismo recorrido de la noche anterior sin titubear para que nadie nos molestara. Descubrimos dónde nos habíamos equivocado cuando vimos las puertas de madera que cerraban algunas de las calles que daban a los zocos.

Caímos en la cama rendidos y nos dormimos enseguida, nos quedaba el último día en la ciudad y queríamos aprovecharlo al máximo.

Le Tarbouche