Como casi todos nuestros grandes viajes, todo empieza en el AVE Valencia-Madrid. A las 11:35 entrábamos en la Sala Club, un poco nerviosos, por no decir mucho. Ese día íbamos a dormir en Madrid y a las 4:00 de la madrugada del día siguiente debíamos estar en el aeropuerto de Barajas.

Fuimos en Cabify desde Atocha hasta el hotel Meliá Barajas para pasar la tarde y la noche. Elegimos ese hotel porque está al lado del aeropuerto, tiene transfer gratuito, hay ofertas muy buenas y una piscina para verano que quita el hipo.

Eran mediados de julio y hacía un calor de muerte así que, después de hacer el check-in, fuimos directos a la piscina. Rodeada de césped y árboles, la zona estaba muy tranquila por lo que decidimos comer en el bar-chiringuito tipo playero.

Pedimos dos gazpachos, un solomillo de cerdo Josper, una pasta boloñesa y dos dobles de cerveza. Pagamos la cuenta con puntos MeliáRewards que Rafa había ido acumulando.

Nos tomamos el café en los sillones que hay junto a la piscina y acabamos con un baño refrescante. Aprovechamos la tarde libre para estar tomando el sol y leyendo en el césped, hasta media tarde que fuimos a comprar una libreta para el viaje.

Queríamos ir haciendo un herbario de nuestra ruta por las Rocosas y necesitábamos algo pequeño con papel grueso para absorber la humedad y con goma para que quedasen sujetas las hojas que fuésemos metiendo.

Después de recorrer medio barrio, encontramos un bazar con artículos de papelería. Nos fuimos directos al hotel, no es una zona agradable para pasear, y estuvimos en la habitación, preparando cosas del viaje y secando los bañadores con el secador de la habitación hasta la hora de cenar.

Cenamos en el McDonalds que hay pegado al hotel, aprovechamos el wifi para descargar unas cuantas series en el iPad para los vuelos, y nos fuimos a dormir pronto.